La vida para los primeros creyentes adventistas fue una combinación de fe y acción. Leonard Hastings, por ejemplo, no recogió su cosecha de papas porque creía que Jesús estaba a punto de regresar a la tierra. Joseph Bates invirtió todo su dinero en la predicación y la publicación de artículos. La familia Stowell vendió su granja y se mudó con la familia Andrews. Cuando Jesús no regresó ni en la primavera de 1844 (como ellos habían esperado primero) ni en octubre (como creyeron después que sucedería), la decepción fue profunda y dolorosa. Experimentaron sentimientos de humillación, miedo y confusión; y los asaltaron miles de preguntas sobre lo que creían.

La parábola de las diez vírgenes se aplica tanto al período de expectativa en 1844 como al período más largo de espera que la iglesia ha tenido desde entonces. Mateo 25: 1 al 13 enfatiza la importancia de la preparación personal para el regreso de Cristo. Los versículos 3 y 4 especifican la diferencia entre los dos tipos de mujeres: las sabias, quienes llevaron aceite adicional, y las insensatas, que no lo llevaron. El aceite es un símbolo habitual para representar al Espíritu Santo (Zac. 4: 1-5), el cual las vírgenes insensatas no tenían. Claramente tenían el conocimiento bíblico de la verdad y una apariencia externa de profunda piedad, pero eso fue insuficiente al final.

Esta es la segunda de cuatro parábolas que refirió Jesús en Mateo 24: 45 a 25: 46. Las cuatro señalan y contrastan dos grupos en la iglesia. Las tres primeras incluyen una demora significativa que prueba el carácter de quienes esperan. Desde, al menos, la década de 1840, el pueblo de Dios ha estado esperando que Jesús regrese. La demora hizo que muchos dudaran de su promesa de regresar; y muchos incluso han renunciado a su fe. Estas parábolas muestran que quienes siguen confiando en las promesas de Jesús no quedarán decepcionados al final.

Un aspecto interesante de esta parábola es que tanto las vírgenes sabias como las insensatas tuvieron sueño y se durmieron (vers. 5) hasta la medianoche, cuando las despertó el llamado a encontrarse con el novio. Ni siquiera las sabias, que habían llevado aceite extra, pudieron permanecer despiertas. La medianoche simboliza la oscuridad espiritual que cubrirá al mundo en los últimos días, «el período más oscuro de la historia de esta tierra» (ver Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, cap. 29, p. 343). Las vírgenes dormidas representan a una iglesia que duerme durante los momentos finales, antes del regreso de Jesús.

Cuando las mujeres despertaron por el llamado a unirse a la procesión nupcial, se dieron cuenta de que necesitaban llenar de nuevo sus lámparas, para que brillaran con fuerza luego de estar desatendidas por tanto tiempo. Lamentablemente, en ese momento crítico era imposible compartir el aceite que les quedaba, porque cada una tenía solo lo suficiente para sí misma. Cuando llegó la emergencia, no había tiempo de prepararse. La crisis reveló lo que algunas no tenían desde hacía tiempo ya. Lo que hagamos cuando llegue el momento de crisis depende de cómo nos estamos preparando hoy.

Esta parábola termina con una nota triste, cuando las insensatas regresan a la fiesta de bodas luego de un intento por obtener más aceite, y escuchan las palabras devastadoras: «No las conozco» (vers. 12). Tenían una relación con el novio que era suficiente para unirse a la procesión, pero al final se reveló que esa relación era superficial, carente de profundidad y compromiso.

Luego de haber repasado el texto que has copiado y resaltado:

¿Qué enseñanzas especiales crees que refleja?

¿Qué preguntas te surgen?

¿Qué partes te parecieron difíciles?

¿Qué otros principios y conclusiones encuentras?

Las mujeres llevaban su aceite adicional de reserva en recipientes especiales. ¿De qué forma podemos tener una «reserva» del Espíritu Santo? ¿Cómo podemos aplicar este principio en nuestra vida?

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