Jesús consideró al mundo en su estado caído con piedad infinita. Tomó sobre sí la humanidad para tocarla y elevarla. Vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido. Llegó hasta lo más profundo de la miseria y la aflicción humanas, para tomar al hombre tal corno lo encontró, un ser manchado de corrupción, degradado por el vicio, depravado por el pecado y unido a Satanás en la apostasía, y elevarlo a un asiento en su trono. Pero estaba escrito de él que «no desfallecerá ni se desanimará», y siguió adelante en el camino de la abnegación y el sacrificio, dándonos un ejemplo para que siguiéramos sus pasos.
Debernos trabajar como lo hizo Jesús, apartándonos de nuestro propio placer, alejándonos de los sobornos de Satanás, despreciando la comodidad y aborreciendo el egoísmo, a fin de poder buscar y salvar lo que está perdido, llevando a las almas de las tinieblas a la luz, al resplandor del amor de Dios. Se nos ha encomendado que vayamos y prediquemos el evangelio a toda criatura. Hemos de llevar a los perdidos la noticia de que Cristo puede perdonar los pecados, puede renovar la naturaleza, puede revestir el alma con el manto de su justicia, traer al pecador a su sano juicio, y enseñarle y capacitarlo para ser un obrero junto con Dios (Fundamentals of Christian Education, p. 199).
La muerte de Cristo demuestra el gran amor de Dios por el hombre. Es nuestra garantía de salvación. Quitarle al cristiano la cruz sería como borrar del cielo el sol. La cruz nos acerca a Dios, y nos reconcilia con él. Con la perdonadora compasión del amor de un padre, Jehová contempla los sufrimientos que su Hijo soportó con el fin de salvar de la muerte eterna a la familia humana, y nos acepta en el Amado.
Sin la cruz, el hombre no podría unirse con el Padre. De ella depende toda nuestra esperanza. De ella emana la luz del amor del Salvador; y cuando al pie de la cruz el pecador mira al que murió para salvarle, puede regocijarse con pleno gozo; porque sus pecados son perdonados. Al postrarse con fe junto a la cruz, alcanza el más alto lugar que pueda alcanzar el hombre.
Mediante la cruz podemos saber que el Padre celestial nos ama con un amor infinito. ¿Debemos maravillamos de que Pablo exclamara: «Lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo»? Gálatas 6: 14. Es también nuestro privilegio gloriamos en la cruz, entregarnos completamente a Aquel que se entregó por nosotros, Entonces, con la luz que irradia del Calvario brillando en nuestros rostros, podemos salir para revelar esta luz a los que están en tinieblas(Los hechos de los apóstoles, pp. 170, 171).
Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2023.
4º. Trimestre 2023 «LA MISIÓN DE DIOS: MI MISIÓN»
Lección 1: «LA MISIÓN DE DIOS EN FAVOR DE NOSOTROS: 1ª. Parte»
Colaboradores: Ana Hironymus & Esther Jiménez