CONSIDERANDO LA MUERTE
Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria. 1 COR 15:54
La actriz Kari Coleman pretendió ser una médium psíquica al aparecer en un programa de variedades. Ella estudió ciertas técnicas y practicó la manera de dar los mensajes. Luego de su actuación, Kari dijo: “No puedo creer cuán vulnerables se tornan las personas. Es preocupante”.
Kari se sintió especialmente culpable por engañar a un hombre cuya madre había fallecido. Ella se le acercó luego del programa y le confesó, en medio de lágrimas, que todo había sido un engaño. Realmente su madre no le había enviado mensajes. Para sorpresa de Karr, el hombre no se mostró enojado o molesto. Estaba feliz de haber vivido esa experiencia, aun cuando fuera una ilusión.
Karr llegó a la conclusión de que la obsesión de la gente con los médiums no es saludable. “Hasta que se capte la idea de que la muerte es algo definitivo —dice ella— no se puede salir de eso. El que cree que hay un ser humano que puede comunicarlo con su hijo muerto, no podrá superar jamás su luto. Hay que cerrar ese evento”.
La Biblia presenta una idea de la muerte que mezcla el fin de esta vida con una esperanza gloriosa. En las Escrituras hasta cierto punto hay un cierre. La muerte es un sueño (Juan 11:11-14). Los muertos no se pueden comunicar con los vivos (Job 7:9, 10). Entre los muertos y los vivos hay “una gran sima” (Luc. 16:26).
Pero la muerte no es el fin del camino. La tumba no es una noche negra sin un mañana. Los cristianos nunca se dan el adiós por última vez, porque habrá una gloriosa reunión en la mañana de la resurrección. “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire” (1 Tes. 4:16, l7).
La esperanza cristiana se cifra en el retorno de nuestro Señor. La enfermedad y el sufrimiento no tendrán la última palabra, Jesús la tendrá. El desastre y la muerte no triunfarán; Jesús triunfará.
En las catacumbas que hay debajo de Roma, los cristianos del segundo siglo escribieron sobre las tumbas de sus seres amados: “Adiós, mi amor, hasta la mañana”.
Una brillante mañana vendrá cuando todos los hijos de Dios serán arrebatados para reunirse con él en el cielo. En ese día habrá un cierre final cuando “sorbida es la muerte en victoria” (1 Cor. 15:54).
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Colaboradores: Familia Mariscal
