He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él; y él conmigo. APOC. 3:20.
Esta carta es particularmente importante porque Laodicea representa a la iglesia de nuestros días. Ella completa la descripción que Dios hace de su pueblo a través de la historia. La palabra «Laodicea» significa «un pueblo juzgado». Ésta es la iglesia anterior a la segunda venida. Es la iglesia de la hora del juicio. Lamentablemente, los laodicenses son tibios y complacientes. A pesar de que viven en el tiempo más emocionante de la historia del mundo, ellos no captan la urgencia del momento. Fracasan al no entender el significado de su tiempo.
Laodicea, la última iglesia de Cristo, se balancea sobre el filo de la eternidad. Y sin embargo, ella duerme cómodamente en una tibia complacencia. Ella vive en las horas finales de la tierra pero no reconoce el significado del tiempo en que vive.
Cristo está a la puerta y llama al corazón de Laodicea. Él la insta a que se despierte, a que aproveche la oportunidad del momento y proclame su Palabra.
¿Cuál es el remedio para el letargo espiritual? El gran Médico recomienda que los laodicenses salgan y compren tres artículos.
En primer lugar, deben comprar oro (Apoc. 3:18). ¿Qué significa esto? Encontramos una frase similar en los escritos de Pedro: «Vuestra fe, mucho más preciosa que el oro» (1 Ped. 1:7). Pedro relaciona la prueba de la fe con el oro que es probado con fuego. La fe es ese elemento sin precio en el cual vale la pena invertir. La esencia de toda espiritualidad genuina es desarrollar una relación de confianza con Dios. Es la moneda de oro del cristianismo. Jesús está diciendo: «Levántate, eres terriblemente pobre sin la fe”.
A continuación el gran Maestro receta «vestiduras blancas» (Apoc. 3:18). En el Nuevo Testamento las vestiduras blancas son símbolos de justificación o de estar bien con Dios. Los seres humanos pecaminosos son justificados a través de las vestiduras sin mancha de al justicia de Cristo. Su justicia transforma nuestro carácter.
Por último, el gran Médico nos anima a comprar colirio para que podamos ver nuestra necesidad. El colirio del Espíritu Santo nos ayuda a vernos tal cual somos, y a ver a Jesús tal cual es.
El remedio de Cristo es poderoso. El nos insta a desarrollar una fe genuina, una experiencia personal con él y al posibilidad de ver a través de los ojos del Espíritu. Todos somos espiritualmente pobres, ciegos y desnudos, pero él anhela enriquecernos, vestirnos y darnos vista. Todo ol que necesitamos lo encontramos en Jesús.