[E]l ojo del Salvador penetra lo futuro; contempla los campos más amplios en los cuales, después de su muerte, los discípulos van a ser sus testigos. Su mirada profética abarca lo que experimentarán sus siervos a través de todos los siglos hasta que vuelva por segunda vez. Muestra a sus seguidores los conflictos que tendrán que arrostrar; revela el carácter y el plan de la batalla. Les presenta los peligros que deberán afrontar, la abnegación que necesitarán. Desea que cuenten el costo, a fin de no ser sorprendidos inadvertidamente por el enemigo. Su lucha no había de reñirse contra la carne y la sangre, sino «contra los principados, contra las potestades, contra los gobernantes de las tinieblas de este mundo, contra las huestes espirituales de iniquidad en las regiones celestiales». Efesios 6:12.
Habrán de contender con fuerzas sobrenaturales, pero se les asegura una ayuda sobrenatural. Todos los seres celestiales están en este ejército. Y hay más que ángeles en las filas. El Espíritu Santo, el representante del Capitán de la hueste del Señor, baja a dirigir la batalla. Nuestras flaquezas pueden ser muchas, y graves nuestros pecados y errores; pero la gracia de Dios es para todos los que, contritos, la pidan. El poder de la Omnipotencia está listo para obrar en favor de los que confían en Dios (El Deseado de todas las gentes, pp. 318, 3 19).
La iglesia de Cristo puede apropiadamente compararse a un ejército. La vida de cada soldado es de penuria, dificultades y peligro. Por todos lados hay enemigos vigilantes, dirigidos por el príncipe de las potencias de las tinieblas, quien nunca duerme y nunca abandona su puesto. Cuando quiera que el cristiano descuide su guardia, este poderoso adversario ataca repentina y violentamente. A menos que los miembros de la iglesia se mantengan activos y vigilantes, serán vencidos por sus artificios (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 371).
El Maestro llama obreros evangélicos. ¿Quiénes responderán? Todos los que ingresen en el ejército no han de ser generales, capitanes, sargentos, o cabos. No todos tienen la sensibilidad y responsabilidad necesarias para ser líderes. Hay mucho trabajo arduo de otra clase que hay que hacer. Algunos tienen que cavar zanjas y edificar baluartes; otros han de colocarse como centinelas y otros como portadores de mensajes. Aunque solamente hay pocos oficiales, se necesitan muchos soldados para formar la tropa del ejército; con todo, el éxito depende de la fidelidad de cada soldado individual. La cobardía o traición de un solo hombre puede ocasionar el desastre a lodo el ejército.
Hay una gran labor que cada uno de nosotros individualmente debemos hacer, si es que estamos dispuestos a pelear la buena batalla de la fe. Están en juego los intereses eternos. Hay que vestirse de toda la armadura de justicia, hay que resistir al diablo y tenemos la segura promesa que él huirá de nosotros. La iglesia debe llevar a cabo un combate agresivo, hacer conquistas para Cristo, y rescatar almas del poder del enemigo. Dios y sus santos ángeles toman parte en este conflicto. Agrademos al que nos ha llamado a ser sus soldados (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 372).
Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2023.
3er. Trimestre 2023 «EFESIOS»
Lección 13: ««HACIENDO LA PAZ«»
Colaboradores: Ana Hironymus & Esther Jiménez