Tú eres un Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte y de gran misericordia, que te arrepientes del mal (Jonás 4:2).
Hace unos años se celebró en la Universidad de Yale un diálogo entre cristianos y musulmanes, que procuraba explicar cómo esas religiones entendían el amor, la compasión y la misericordia. Resumiendo lo que se había dicho allí, David Neif subrayó que los cristianos explicaron que el amor de Dios es incondicional, que no está restringido a un grupo concreto y que, aunque fallamos en ponerlo en práctica, el cristianismo sigue siendo una religión que profesa compasión hacia toda la raza humana. Por otro lado, los musulmanes explicaron que de acuerdo con su creencia el amor y la compasión tienen límites muy concretos. Hay que ser misericordioso con los huérfanos, las viudas y los necesitados, pero si una persona destruyó su vida por vivir de una manera imprudente y libertina, entonces no hay que ser compasivo con ella.*
Seamos sinceros, ¿acaso no es la postura musulmana con la que nos sentimos más cómodos? No somos pocos los que limitamos la compasión a la gente que suponemos que la merece. Hemos condicionado el amor o a la cultura del mérito. ¿Cómo amar a un borracho que dilapida el dinero de la comida de sus hijos? ¿Cómo ser compasivos con el que ha gastado todo su dinero en adicciones y deleites pecaminosos? Entonces tomamos esa visión humanizada del amor y se la aplicamos a Dios, y enseñamos que su amor está condicionado a nuestra conducta. Pero eso no es lo que dice la Biblia.
Las Escrituras expresan con claridad que el Señor “se deleita en la misericordia” (Miqueas 7:18). Cuando Dios rehusó destruir a los impíos habitantes de Nínive, un Jonás bastante enojado reclamó diciendo: “Por eso me apresuré a huir a Tarsis, porque yo sabía que tú eres un Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte y de gran misericordia, que te arrepientes del mal” (Jonás 4:2). Jonás sabía que Dios trataría con amor a los ninivitas, a pesar de que el pecado de esa gente era impronunciable. Santiago no se queda atrás y dice que «el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Santiago 5:11).
Aunque algunos creyentes proyectamos una imagen distorsionada de Dios, la Biblia expresa con suma nitidez que el Señor no hace acepción de personas y que a todos (los que se creen buenos o los que nos reconocemos como malos) nos trata con bondad y amor.
David Neff, «A Perfect Pearl», Christianity Today (diciembre de 20089, p.42.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2023 «YO ESTOY CONTIGO» Promesas Bíblicas para vivir confiado Por: VLADIMIR POLANCO Colaboradores: Silvia Garcia y Alexandra Pérez