Y habrá allí calzada y camino, el cual será llamado Camino de Santidad. No pasará por allí ningún impuro, sino que él mismo estará con ellos. (Isaías 35:8).
El autor de la Epístola a los Hebreos hace una solemne declaración: «Procuren vivir en paz con todos, y en santidad, sin la cual nadie verá al Señor» (Hebreos 12:14, RVC). La pregunta clave es: ¿Cómo se puede alcanzar esa santidad requerida para ver al Señor? En uno de los episodios de la obra La peste, de Albert Camus, Tarrou, uno de los personajes principales de la novela, dice: «Lo que me interesa es cómo se puede llegar a ser un santo”; y luego él mismo da su respuesta: *Puede llegarse a ser un santo sin Dios”. Más adelante, en la misma obra, el doctor Rieux le dice a Tarrou: «Para llegar a ser un santo hay que vivir».’
Tarrou se equivoca: no se puede ser santo sin Dios. Y Rieux tiene razón: hay que vivir para ser santo. La santidad no es un atributo de los muertos. La santidad es una experiencia dinámica que habla, que respira, que se lleva a cabo en el día a día. No serás un santo cuando mueras; tu única posibilidad de ser tocado por la santidad divina es en vida, ahora.
La santidad es algo que se procura, pero ¿dónde hemos de procurarla? Con el único que es realmente santo: nuestro Señor. Él es el que “santifica” (Hebreos 2:11). Cristo vino a la tierra a hacer la voluntad divina, y “en esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre» (Hebreos 10:10). Por tanto, la santidad que necesitamos para ver al Señor es un regalo que proviene única y exclusivamente de él. No podemos añadir un gramo de santidad a nuestra vida, a menos que esa santidad nos llegue por medio del Señor.
Gracias a Cristo, ahora somos “los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo» (1 Corintios 1:2).
Somos santos porque en Cristo hemos sido apartados para pertenecer a nuestro Padre; pero seguimos siendo llamados a vivir en santidad porque estamos enfrascados en una constante batalla contra el mundo, el pecado y la carne. Por fe ya vamos transitando por ese “Camino de Santidad», y, si nos mantenemos en él, no nos extraviaremos y veremos al Señor.
Albert Camus, La peste (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1999), pp. 233, 234, 258.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2023 «YO ESTOY CONTIGO» Promesas Bíblicas para vivir confiado Por: VLADIMIR POLANCO Colaboradores: Silvia Garcia y Alexandra Pérez