Versículo para memorizar “Sus posesiones […] las compartían” (HECHOS 4:32). Mensaje Los hijos de Dios comparten lo que tienen.
REFERENCIAS: HECHOS 2:42-47; 4:32-35; LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES, PP. 58-63.
¿Les gusta tener visitas para comer el sábado al mediodía? Hace mucho tiempo algunas personas estaban aprendiendo acerca de Jesús. Vamos a imaginar cómo una niña y su familia compartieron con ellos.
Haz hoy un buen trabajo, pequeña Débora —dijo mamá con una sonrisa—. De nuevo esta noche, tendremos visitas para la cena. —¿Quién viene? —preguntó Débora levantando la vista.
—No sé todavía —respondió la mamá guiñándole el ojo.
La mamá se sentó y atrajo a la pequeña Débora a su regazo y le dio un beso en su rosada mejilla.
—Te lo explicaré —dijo la mamá—: Tú sabes que los apóstoles están predicando las buenas nuevas acerca de Jesús por toda la ciudad. Sabes que están predicando con gran poder. Cientos y cientos de personas están aprendiendo acerca de Jesús cada día —comenzó la mamá. Débora asintió. Ella sabía que los apóstoles estaban hablando a todos acerca de Jesús.
—Bueno —continuó la mamá—, muchos de los nuevos creyentes son de lugares lejanos.
Vinieron para las grandes fiestas en Jerusalén. Escucharon a los apóstoles y aprendieron acerca de Jesús, y ahora quieren quedarse aquí mientras aprenden más acerca de él. A algunos nuevos creyentes que viven lejos se les acabó el dinero.
Así que los estamos ayudando. Compartiremos el amor de Dios con ellos al compartirles nuestra cena.
—Es mejor que me apresure a terminar de barrer —dijo Débora deslizándose del regazo de su madre.
La mamá mezcló una receta de pan. Estuvo amasando y golpeando la masa y formó los panes.
Puso algunos en el horno. El delicioso aroma de pan recién horneado pronto llenó la casa.
Alguien tocó a la puerta. Entró la amiga de mamá.
—Tengo lentejas de más —dijo, poniendo un pesado costal en la mesa—. Pienso que puedes usarlo —dijo mientras salía riendo.
—Esas son muchas lentejas, mamá —dijo la pequeña Débora.
—Ciertamente —dijo la mamá levantando el saco y pesándolo en sus manos—.
Dios está proveyendo comida extra. Con esto se puede hacer bastante sopa. Dios debe estar trayendo mucha gente para cenar esta noche.
—¿Cómo está mi preciosa familia?
La voz sonante del papá llenó la casa. Levantó a la pequeña Débora y le dio un abrazo gigante. Puso un brazo alrededor de la mamá y la abrazó también.
—¡Oh, esa sopa huele bien! —exclamó el papá, asomándose a la gran olla—. ¡Tú haces la mejor sopa de toda Jerusalén!
—¡Estamos compartiendo nuestra cena! —exclamó
Débora, dando vueltas por la sala—. Estamos compartiendo el amor de Dios con los nuevos creyentes.
—Yo sé —dijo el papá.
Luego se puso en cuclillas y tomó la cara de la pequeña Débora entre sus manos.
—Voy a cambiarme y luego tú, mamá y yo iremos a donde están los apóstoles enseñando. Buscaremos algunos creyentes con hambre, los traeremos a casa y los alimentaremos.
—Y mientras comemos, hablaremos acerca de Jesús —dijo Débora—. ¡Esa es mi parte favorita!