«El anciano jefe exhortó a los israelitas a que consideraran en todos sus aspectos lo que les había expuesto y a que decidieran si realmente querían vivir como vivían las naciones idólatras y degradadas que habitaban alrededor de ellos. Si les parecía mal servir a Jehová, fuente de todo poder y de toda bendición, podían en ese día escoger a quien querían servir, “a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres”, de los que Abraham fue llamado a apartarse, o “a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis”. Estas últimas palabras eran una severa reprensión para Israel. Los dioses de los amorreos no habían podido proteger a sus adoradores. A causa de sus pecados abominables y degradantes, aquella nación impía había sido destruida, y la buena tierra que una vez poseyera había sido dada al pueblo de Dios. ¡Qué insensatez sería la de Israel si escogiera las divinidades por cuyo culto habían sido destruidos los amorreos! “Que yo y mi casa —dijo Josué— serviremos a Jehová.” El mismo santo celo que inspiraba el corazón del jefe se comunicó al pueblo. Sus exhortaciones le arrancaron esta respuesta espontánea: “Nunca tal acontezca, que dejemos a Jehová por servir a otros dioses”» (Patriarcas y profetas, p. 562).
APLÍCALO A TU VIDA
Martes
La cita de Más luz de esta semana pone de relieve el juicio sobre los amorreos por su pecado de egoísmo y sus posesiones, sus «bendiciones» que fueron entregadas a otros. Lee Proverbios 13: 22, Proverbios 28: 8 y Eclesiastés 2: 26.
¿Qué nos dicen estos textos acerca de las prioridades de nuestras vidas? ¿Cómo podemos evitar la suerte de los cananeos?
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