«El Señor se dirigió a mí por segunda vez:” ¿Qué es lo que ves?”, me preguntó. “Veo una olla hirviendo, a punto de derramarse desde el norte”, contesté. Entonces el Señor me dijo: “Desde el norte va a derramarse la calamidad sobre todos los habitantes de este país”» (Jeremías 1:13-14).
El Señor se dirigió a mí por segunda vez:” ¿Qué es lo que ves?”, me preguntó. “Veo una olla hirviendo, a punto de derramarse desde el norte”, contesté. Entonces el Señor me dijo: “Desde el norte va a derramarse la calamidad sobre todos los habitantes de este país”» (Jeremías 1:13-14).
Los últimos reyes de Judá no aceptaron los mensajes del profeta Jeremías quien les ordenó que se sometieran a Babilonia, que se entregaran cuando Nabucodonosor invadiera Judá. De nada les iba a servir aliarse con Egipto o cualquier nación. Más que un triunfo babilónico, fue el declive espiritual de la nación lo que causó su ruina.
Aun así, Dios en su misericordia previó que el cautiverio se limitará a setenta años. La nación no iba a desaparecer. Dios tenía previsto que los hijos y los nietos de los cautivos, una nueva generación, regresara a su tierra con una nueva en fe él, una mejor disposición para servirle y esperar la primera venida de Jesús. Sin embargo, en ese tiempo se levantaron falsos profetas que proclamaban que el cautiverio solo iba a durar dos años; por lo tanto, la mayoría prefería escucharlos a diferencia del mensaje de Jeremías. Asimismo, hubo muchos movimientos políticos que intentaban despertar en los ciudadanos un celo nacional con la intención de luchar hasta el último momento por defender su ciudad y su templo. ¿Pero de qué servía defender el templo cuando no estaban dispuestos a obedecer?
Lo que iba a sucederle a Judá Dios lo ejemplificó con una olla con agua hirviendo que pronto iba a ser derramada. El efecto sería devastador. Nabucodonosor invadió Judá en el 606 a. C., posteriormente en el año 597 y por último en el 588. Sin duda que para las personas fieles fue triste atestiguar la destrucción: «Además quemaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, prendieron fuego a sus palacios y destruyeron todo lo que había de valor» (2 Crónicas 36:19).
No obstante lo sucedido, quienes eran fieles en Judá también lo iban a seguir siendo en el cautiverio (incluso tuvieron su portavoz de Dios, Ezequiel) y quienes eran idólatras en Judá, en Babilonia iban a seguir adorando imágenes, incluso nuevos dioses que antes no conocían.
Por lo tanto, no se trata ni del lugar o del templo, sino del corazón, de tal manera que estemos donde estemos podemos cultivar la fe en Dios y el amor por su Palabra.
Tomado De: Lecturas Devocionales Para Menores 2023. “SIGUIENDO LAS HUELLAS DE LOS GRANDES PERSONAJES DE LA BIBLIA” Por: «CÉSAR SÁNCHEZ MURILLO» Colaboradores: Karla González & Sebastian Rondon