«Su intercesión es la de un cuerpo traspasado y quebrantado y de una vida inmaculada. Las manos heridas, el costado abierto, los pies desgarrados, abogan en favor del ser humano caído, cuya redención fue comprada a tan infinito precio. […]
»Y así como la purificación típica de lo terrenal se efectuaba quitando los pecados con los cuales había sido contaminado, así también la purificación real de lo celestial debe efectuarse quitando o borrando los pecados registrados en el cielo. Pero antes de que esto pueda cumplirse deben examinarse los registros para determinar quiénes son los que, por su arrepentimiento del pecado y su fe en Cristo, tienen derecho a los beneficios de la expiación cumplida por él. La purificación del santuario implica por lo tanto una obra de investigación, una obra de juicio. Esta obra debe realizarse antes de que venga Cristo para redimir a su pueblo, pues cuando venga, su galardón está con él, para que pueda otorgar la recompensa a cada uno según haya sido su obra (Apoc. 22: 12). […]
»Cuando Cristo, en virtud de su propia sangre, quite del santuario celestial los pecados de su pueblo al fin de su ministerio, los pondrá sobre Satanás, el cual en la consumación del juicio debe cargar con la pena final. El macho cabrío era enviado lejos a un lugar desierto, para no volver jamás a la congregación de Israel. Así también Satanás será desterrado para siempre de la presencia de Dios y de su pueblo, y será aniquilado en la destrucción final del pecado y de los pecadores. […] Cuando esta obra haya quedado consumada, los discípulos de Cristo estarán listos para su venida».— Elena G. de White, El conflicto de los siglos, cap. 24, pp. 412, 416, 417, 421
«Si alguna vez hubo un tiempo cuando una actitud de seria reflexión conviene a todo aquel que teme a Dios, es ahora, cuando es esencial la piedad personal. Debería plantearse la pregunta: “¿Quién soy yo, y cuál es mi trabajo y misión en este tiempo? ¿De qué lado estoy trabajando, del de Cristo o del enemigo?”. Que cada alma se humille ante Dios, porque seguramente ahora estamos viviendo en el gran Día de Expiación. […] ¿Están confesados mis pecados y me estoy arrepintiendo de ellos ante Dios, para que puedan ser borrados? ¿Me estimo a mí mismo demasiado livianamente? ¿Estoy dispuesto a hacer cualquier sacrificio por la excelencia del conocimiento de Jesucristo? ¿Siento en todo momento que no me pertenezco, sino que soy la propiedad de Cristo; que mi servicio pertenece a Dios, de quien soy? Debiéramos preguntarnos: “¿Para qué estamos viviendo y trabajando? ¿Y cuál será el resultado de todo esto?”».— Elena G. de White, Eventos de los últimos días, cap. 5, pp. 64-65
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2023. 3er. trimestre 2023 LA RESTITUCIÓN Lección 11 «EL JUICIO» Colaboradores: Pr. Brayan R Cedillo & Magda Sanchez