«Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza. No tengas miedo ni te desanimes porque yo, tu Señor y Dios, estaré contigo dondequiera que vayas» (Josué 1:9).
MENSAJE
Las situaciones nuevas ofrecen nuevas oportunidades para servir a Dios y testificar de él.
Imagina que tu padre está ayudando a unos amigos a trasladarse a otro país. Puedes escribirte con él. Tienes muchas preguntas, incluyendo ¿cómo podrá llegar a su destino si tiene que cruzar un torrentoso río y no hay ni puentes ni botes?
Las siguientes cartas constituyen luna correspondencia «imaginaria» entre un padre y un hijo de la tribu de Rubén.
¡Abba, Shalom!
Papá, ¿qué está sucediendo ahora? Me preocupa que las cosas no marchen lo mismo que con Moisés, nuestro líder.
¿Crees que Josué pueda hacer un buen trabajo? ¿Todavía irás a la tierra prometida? Si vas, ¿cuándo será eso, y cómo llegarás allá? Escríbeme, por favor, tan pronto como te sea posible y cuéntamelo todo. A menudo te recuerdo, y oro para que te encuentres bien.
Baram
¡Shalom, querido hijo!
No te preocupes, por favor; todo irá bien. Aunque Moisés está muerto, Adonai no nos ha dejado; su presencia nos acompaña en una columna de nube sobre el tabernáculo.
Josué es un fiel siervo de Adonai, y ha sido el ayudante de Moisés desde que era joven. Adonai ha escogido a Josué, y lo acompaña. Seguimos a Josué al igual que seguíamos a Moisés.
Me preguntas acerca de la tierra prometida. Sí, pronto iremos a la tierra prometida. Hoy hemos recibido órdenes de prepararnos para cruzar el río Jordán. Todavía no sé por dónde ni cómo lo cruzaremos; el Jordán se ha desbordado, y las aguas están corriendo velozmente.
Te echo de menos, Baram, y espero verte pronto, pero nuestro trabajo aquí recién está comenzando. Te escribiré de nuevo después de que hayamos llegado a Canaán, y te diré todo lo que ha sucedido.
Abba
Baram:
Hijo mío, ¡me gustaría que hubieras estado conmigo hoy para ver el maravilloso poder de nuestro gran Dios! ¡Hemos cruzado el Jordán, y estamos finalmente en la tierra prometida! Déjame contarte lo que sucedió:
Esta mañana los oficiales vinieron y nos dijeron que miráramos el arca y la siguiéramos dondequiera que fuera. A todos los soldados, a los hombres de la tribu de Rubén, Gad y Manasés se les dio la orden de ir al frente del pueblo, de este modo pude contemplarlo todo. Primero, los sacerdotes que llevaban el arca comenzaron a avanzar hacia el río Jordán. Un fuerte murmullo se escuchó entre la multitud, y después todo permaneció en silencio. Sentía que mi piel se erizaba de emoción. Todos avanzábamos hacia las aguas como si fuéramos a caminar sobre ellas. Contuve mi aliento mientras los pies de los sacerdotes tocaban el agua a la orilla del río. ¡De pronto el agua dejó de correr! Nunca había visto una cosa semejante; ¡era el acontecimiento más maravilloso que había contemplado!
Se escuchó entonces una tremenda algazara, y toda la gente comenzó a gritar mientras la noticia se extendía entre la multitud. Los sacerdotes avanzaron y se pararon en la mitad del río, mientras todos cruzábamos al otro lado, sobre la tierra seca. Después de que todos hubieron cruzado a la tierra de Canaán, Josué pidió a los doce líderes que tomara cada uno una piedra del sitio donde los sacerdotes se habían parado.
Luego ordenó a los sacerdotes que llevaban el arca que cruzaran el Jordán.
¿Qué crees que sucedió después? Cuando los sacerdotes llegaron a la ribera del río, el agua comenzó a correr de nuevo y el río tomó su curso normal. Era como lo que había sucedido en el Mar Rojo. No había camino alguno, pero Adonai nos proporcionó uno.
¡Aleluya! ¡Gloria a Dios! Por primera vez adoramos hoy a Dios en la tierra prometida. Yo estaba tan contento, que lloré de alegría. Cada uno comenzó a rendir alabanzas a Dios y a adorarlo. ¡Hijo mío, cuánto me gustaría que los hubieras escuchado! Parecía que los pájaros, los árboles y toda la naturaleza estaban cantando y que alababan a Dios también con nosotros. ¡Aleluya!
Cuando comenzamos a acampar esa noche, se construyó un altar con las piedras que se habían sacado del río Jordán, para que todo el mundo reconociera el gran poder de nuestro Dios. Baram, no sabes los deseos que tengo de mostrarte el altar y esta tierra maravillosa que Adonai nos ha dado.