El Señor obrará por medio de cada sincero y ferviente soldado de la cruz. Pero nadie puede ser un buen soldado si piensa que debe trabajar independientemente de sus colaboradores, y considera que su propio juicio es el mejor. Los obreros de Dios se deben amalgamar; cada cual debe suplir las faltas de los demás…
¿Estamos haciendo los preparativos necesarios para resistir las artimañas del enemigo? ¿Percibimos el sagrado carácter de la obra de Dios y la necesidad de velar por las almas como quienes tenemos que dar cuenta? Debemos estar vigilantes. «Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz». Romanos 13: 11, 12 (Cada día con Dios, p. 123).
El pueblo de Dios debe estar preparado para resistir al astuto enemigo. Esta resistencia es lo que Satanás teme. Él conoce mejor que nosotros el límite de su poder, y cuán fácilmente puede ser vencido si le resistimos y le hacemos frente. Por la tuerza divina, el santo más débil puede más que él y lodos sus ángeles, y si se le probase podría mostrar su poder superior. Por lo tanto, los pasos de Satanás son silenciosos, sus movimientos furtivos, y sus balerías enmascaradas…
El hombre… no tiene en sí mismo poder para poner resistencia eficaz al mal. Únicamente en la medida en que Cristo more en él por la fe viva, influyendo en sus deseos e impartiéndole fuerza de lo alto, puede el hombre atreverse a arrostrar a un enemigo tan terrible. Todo otro medio de defensa es completamente vano (The Faith I Live By, p. 318; parcialmente en La fe por la cual vivo, p. 320).
Satanás aparece frecuentemente como un ángel de luz, ataviado con el uniforme del cielo; asume un aire amistoso, manifestando gran santidad de carácter y alta consideración por sus víctimas, las almas que se propone engañar y destruir. Yacen peligros en la senda que él invita a las almas a recorrer, pero tiene éxito en encubrirlos y presenta solo las atracciones. El gran Capitán de nuestra salvación ha vencido en nuestro favor, para que a través de él podamos ser vencedores, si así lo queremos…
Pero a fin de ser salvado usted debe aceptar el yugo de Cristo y desechar el yugo que usted mismo ha modelado para su cuello. La victoria que Jesús ganó en el desierto es una garantía de la victoria que usted puede ganar mediante su nombre. Su única esperanza y salvación está en vencer como Cristo venció (Testimonios para la iglesia, t. 3, pp. 501, 502).
Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2023.
3er. Trimestre 2023 «EFESIOS»
Lección 12: «EL LLAMADO A ESTAR FIRMES»
Colaboradores: Ana Hironymus & Esther Jiménez