En cada alma luchan activamente dos poderes en procura de la victoria. La incredulidad ordena sus fuerzas, guiada por Satanás, para separarnos de la Fuente de nuestra fortaleza. La fe ordena las suyas, dirigidas por Cristo, el Autor y Consumador de nuestra fe. El conflicto continúa hora a hora ante la vista del universo celestial. Esta es una batalla cuerpo a cuerpo, y el gran interrogante es: ¿Quién obtendrá el dominio? Cada uno debe decidir por sí mismo este asunto. Todos deben tomar parte en esta lucha, peleando en un bando o en el otro. En este conflicto no hay tregua… Se nos urge a preparamos para esta acción. «Confortaos en el Señor, y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo»…
Aquel a quien se le dio toda potestad en el Cielo y en la tierra vendrá a socorrer a aquellos que confían en él (Sons and Daughters of God, p. 328; parcialmente en Hijos e hijas de Dios, p. 330).
En el tiempo de Cristo, el mayor engaño de la mente humana consistía en creer que un mero asentimiento a la verdad constituía la justicia. En toda experiencia humana, un conocimiento teórico de la verdad ha demostrado ser insuficiente para salvar el alma. No produce frutos de justicia. Una estimación celosa por lo que se llama verdad teológica acompaña a menudo al odio de la verdad genuina manifestada en la vida. Los capítulos más sombríos de la historia están cargados con el recuerdo de crímenes cometidos por fanáticos religiosos…
Aún subsiste el mismo peligro. Muchos dan por sentado que son cristianos simplemente porque aceptan ciertos dogmas teológicos. Pero no han hecho penetrar la verdad en la vida práctica. No la han creído ni amado; por lo tanto no han recibido el poder y la gracia que provienen de la santificación de la verdad. Los hombres pueden profesar creer en la verdad; pero esto no los hace sinceros, bondadosos, pacientes y tolerantes, ni les da aspiraciones celestiales; es una maldición para sus poseedores, y por la influencia de ellos es una maldición para el mundo (El Deseado de todas las gentes, pp. 275, 276).
Ascienda a Dios la oración: «Crea en mí un corazón limpio», pues un alma pura y limpia tiene a Cristo que mora en ella, y de la abundancia del corazón fluye la vida. La voluntad humana debe rendirse a Cristo. En vez de 136 pasar de largo, cerrando egoístamente el corazón a las dulces influencias del Espíritu de Dios. La religión práctica por doquiera exhala su fragancia. Es un sabor de vida para vida (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista, t. 3, pp. 1175, 1176).
Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2023.
3er. Trimestre 2023 «EFESIOS»
Lección 14: «EFESIOS EN EL CORAZÓN»
Colaboradores: Ana Hironymus & Esther Jiménez