Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen. SAL 103:13
Una dama musulmana, miembro de la nobleza, llevó cierta vez a su nieto a un hospital cristiano en Rawalpindi, Pakistán, para un examen de oídos. Su nombre era Bilquis Sheikh. Su esposo lahabía abandonado algunos años atrás. Bilquis era muy respetada en su comunidad. Sin embargo, no dejaba de sentir el peso de la soledad.
Su médico era la Dra. Pía Santiago, una mujer de una entusiasta fe cristiana. La Dra. Santiago notó que Bilquis tenía en sus manos una Biblia. Curiosa, le preguntó: “Sra. Sheikh, ¿qué está haciendo con ese libro?”
Esta noble dama había estado estudiando la Biblia y el Corán por algún tiempo, buscando con sinceridad a Dios. Ciertamente parecía una búsqueda difícil. La Dra. Santiago compartió lo que el amor de Dios significaba paraella.
La doctora se le acercó, tomó la mano de Bilquis, y suavemente le dijo.
“Hable con él como si fuera su Padre”. Estas palabras impactaron a la damamusulmana como una corriente eléctrica. ¿Podía ser que Dios fuera realmente como un padre? No puede Ser cierto —pensó—. Dios, ¿un Padre amante?
Pero, ¿y qué si Dios realmente fuera como un Padre amante? De regreso a su casa, Bilquis no podía quitar ese pensamiento de su mente. La mantuvo despierta horas después que se acostara. Comenzó a recordar con carrito como su propio padre dejaba todo a un lado para escuchar a su amada hija. Supongamos, sólo supongamos, que Dios fuese así.
Finalmente, pasada la medianoche, Bilquis se levantó y se arrodilló sobre la alfombra al lado de su cama, temblando con emoción e inseguridad. Mirando al cielo, ella dijo en voz alta: “Oh, Padre, mi Padre, Padre Dios”.
Bilquis no estaba preparada para la confianza con que se vio llena. De pronto no se sintió más sola. Dios estaba presente. Así es Como ella describió la experiencia: “El estaba tan cerca que me encontré apoyando mi cabeza sobre sus rodillas como una niñita que está sentada a los pies de su padre. Durante largo tiempo permanecí arrodillada allí, sollozando suavemente, flotando en su amor. Me di cuenta de que le estaba hablando…”
Nada en el pasado de esta dama la había preparado para un encuentro tal con el Padre celestial. Basada en lo que su propia cultura religiosa le había enseñado sobre Dios, ella no se podía imaginar que él satisficiera las necesidades de una mujer abandonada. Pero eso es exactamente lo que Dios hizo. Él se convirtió en su padre, esposo y hermano.
Cuando todo está en su contra, Dios está allí como un Padre amante.
Él está allí para hablar palabras de ánimo.
Él está allí para henchir su espíritu de esperanza, para llenar ese vacío doloroso de la soledad.
Él está allí para fortalecerle a fin de enfrentar el camino que tendrá que recorrer mañana.
Él está allí para darle todo el amor que su corazón necesita.