Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor. APOC 2:4
Aún hoy día Éfeso nos maravilla. Sus bien preservadas ruinasrevelan la gloria de una civilización pasada. Éfeso fue una vez una de las ciudades de mayor orgullo del imperio romano. Tenía orgullode su gran biblioteca y de su teatro, y del famoso templo de Artemisa (o Diana), una de las siete maravillas del mundo antiguo. Éfeso fue la capital del Asia Menor y un centro vital de intercambio.
El gran teatro de Éfeso podía alojar a 25.000 personas, que a menudo se congregaban para ver representadas las obras de los escritores clásicos griegos y romanos. A pesar del deterioro por el tiempo transcurrido, el teatro de Éfeso es uno de los más preservados del mundo.
Éfeso tiene una historia fascinante para compartir con nosotros. El apóstol Pablo predicó exitosamente en Éfeso, y llevó a muchos de sus ciudadanos a aceptar a Cristo. De hecho, la predicación de Pablo fue allí tan poderosa que amenazó la venta de las imágenes de Diana, una diosa local de Éfeso. Una turba enfurecida arrastró a dos de los compatriotas de Pablo al teatro diciendo: “¡Grande es Diana de los efesios!” Los efesios se llenaron de pánico cuando Pablo exaltó a Jesucristo por encima de Diana, más conocida como Artemisa.
La iglesia cristiana en Éfeso permaneció firme en la fe. Esos primeros cristianos eran puros doctrinalmente. La palabra Éfeso significa “deseable”. Éfeso, la primera de las siete iglesias, simboliza la iglesia del primer siglo, y estaba caracterizada por su celo y pureza doctrinal. Llenos del Espíritu Santo, los creyentes testificaban de Cristo por doquier. Las fuerzas del infierno se sacudieron cuando miles aceptaron a Cristo. Al referirse al rápido crecimiento del cristianismo, un escritor romano dijo: “Ustedes están por todos lados. Ustedes están en nuestro ejército. Ustedes están en nuestra armada. Ustedes están en nuestras tiendas y escuelas. Ustedes están en nuestras casas y prisiones. Ustedes están aún en nuestro senado”.
Llena del amor de Cristo y armada con su Palabra, la iglesia proclamó el amor del Salvador. Pero gradualmente vino un cambio. Jesús dijo: “Pero tengo contra ti, que has dejado tu primer amor” (Apoc. 2:4).
Luego de un cierto tiempo el primer amor se había enfriado. Los primeros cristianos todavía estaban firmes en la verdad de Dios. Se habían tornado muy aptos en exponer al que se desviaba de la doctrina correcta, pero ya no actuaban por amor. Gritaban a voz en cuello proclamando su lealtad, pero era algo externo, por dentro estaban fríos y vacíos.
Dios nos advierte ante el riesgo de caer en lo mismo. Cuando el corazón se enfría y se ha perdido el primer amor, he aquí la solución de Jesús: “Recuerda, por tanto, de dónde has caído” (vers. 5).