¿Y si decimos, de los hombre…? Pero temían al pueblo, pues todos tenían a Juan como un verdadero profeta. Marcos 11:32
Jesús terminó sus enseñanzas en medio de intriga. Los líderes religiosos se turnaban para hacerle preguntas con la intención de encontrar en sus respuestas argumentos sólidos para apresarlo y silenciarlo de una vez por todas. Sus corazones hostiles no buscaban la verdad, sino perpetuarse en el poder. Conociendo su hipocresía, Jesús respondía con aplomo. Magistralmente expuso sus verdaderos motivos, sin ofender conciencias, con una educación no de apariencia sino de auténtico refinamiento interior. Todo un ejemplo a seguir cuando eres atacada, cuestionada o juzgada.
Mientras Jesús caminaba por el templo, se le acercaron unos sacerdotes, escribas y ancianos, que lo interceptaron en forma imponente: “Con qué autoridad haces estas cosas, ¿y quién te dio autoridad para hacer estas cosas?” (Marcos 11:28). En realidad, se trata de preguntas esenciales de la conducta humana: ¿Cuál es la autoridad final en la vida? ¿Quién rige tus acciones, Dios o el mundo? ¿La fe o la razón? ¿La Biblia o la ciencia? ¿Tu opinión o la de Dios? La respuesta a esta incógnita aclara la razón de tus acciones. La respuesta de Jesús fue también directa: “Os haré yo también una pregunta… El bautismo de Juan, ¿era del cielo o de los hombres?” (Marcos 11:29, 30). No esperaban tal respuesta. El bautismo que Juan practicaba era una nueva institución; no era un sacerdote y estaba bautizando en todas partes. Pero ¿con qué autoridad? ¿Quién había instituido aquel nuevo rito? ¿La innovación de Juan era de Dios o de los hombres? Jesús simplificó la fuente de toda autoridad; todo comportamiento humano responde a alguna de estas dos autoridades.
Los líderes se dieron cuenta de que Jesús los había puesto en un dilema, habían caído en su trampa. Fuera cual fuera la respuesta, perderían su paz y demostrarían en quién basaban su interés. Si decían que la autoridad de Juan el Bautista venía de Dios, ¿por qué no lo había aceptado ni apoyado? Si decían que venía de los hombres, ofenderían a la multitud que esperaban ansiosamente la respuesta de los “sabios” del templo. “No sabemos”, contestaron. Jesús expuso su deshonestidad. Revelaron que en verdad no les importaba si el bautismo de Juan era un asunto de hombres o de Dios. Estaban interesados en servir a sus propios intereses y Jesús los desenmascaró. Las personas que rechazan a Jesús hacen preguntas inquisitivas, pero no están interesadas en escuchar las respuestas. En cambio, los buscadores sinceros siempre encontraran la verdad. Amiga, ¿qué autoridad influye en tus actos?