Tendrán riquezas que les proporcionarán una base firme para el futuro, y alcanzarán la vida verdadera (1 Timoteo 6:19, DHH).
Hay acciones que crean un surco permanente en nuestras vidas. Y por lo general, como vimos ayer, no son actos llamativos y colosales. Tras haber predicado en el funeral de mi hermano, me derrumbó hecho un mar de lágrimas en la misma funeraria. ¿Qué se le puede decir al que acaba de hablar de esperanza, de resurrección, de victoria sobre la muerte? En realidad, hay momentos cuando las palabras sobran, cuando la voz es insuficiente, cuando un discurso es completamente inútil. Y ese era un momento así.
Pero hubo algo que no he podido olvidar, que llevo atesorado en mi mente como una perla de gran precio. Una persona que no conocía, con la que nunca había hablado y a la que nunca más he vuelto a ver, se me acercó y, sin articular ni una sola palabra, me entregó un vaso de agua fresca. Desde entonces he olvidado muchas cosas de ese fatídico día, pero sigo pensando, recordando y disfrutando de esa pequeña acción. Porque ese vaso de agua no solo hidrató mi cuerpo y detuvo mis lágrimas, sino que además me refrigeró el alma, transformó mi vida.
La parte más profunda de nuestra alma requiere ánimo, seguridad… Pero, sobre todo, una muestra inconfundible de solidaridad y de amor. Quizás alguno de nosotros no tenga la elocuencia que podría conmover a las multitudes, pero puede realizar una acción bondadosa que alivie el dolor ajeno. Dios nos pide que hagamos el bién y que seamos “ricos en buenas obras, dadivosos y generosos” (1 Timoteo 6:18). Esa es la riqueza que nos impulsa a poner en práctica el amor fraternal, que da mucho más que oro y plata.
¿Y qué recibiremos a cambio? ¿Qué nos promete Dios a los que bajo la influencia de su amor extendemos nuestras manos para llevar agua al que está sediento física y espiritualmente? Esta es la grandísima y preciosa promesa:
«Tendrán riquezas que les proporcionarán una base firme para el futuro, y alcanzarán la vida verdadera” (l Timoteo 6:19, DHH). Sí, una riqueza que tendrá valor en la eternidad, que nos acompañará durante nuestra entrada a los atrios celestiales, que nos da firmeza ante la inestabilidad del futuro. Es la riqueza que cuanto mas compartirnos, más aumenta; la riqueza del que no espera nada a cambio en la tierra porque ya lo tiene todo en el cielo.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2023 «YO ESTOY CONTIGO» Promesas Bíblicas para vivir confiado Por: VLADIMIR POLANCO Colaboradores: Silvia García & Alexandra Pérez