Versículo para memorizar “¡Quién sabe si no has llegado al trono precisamente para un momento como éste!” (Ester 4:14).
Mensaje: Dios nos muestra oportunidades para servirlo a él y a su pueblo.
¿Lo sabias? La fiesta judía de Purim comenzó para que los judíos recordaran que Dios los había salvado de los perversos planes de Amán.
Ester 7, 8; Profetas y reyes, cap. 49.
¿Has querido alguna vez saber algo y tu mamá o tu papá te dijeron: “espera un momento”? Seguramente sentiste como si fuera a explotar tu curiosidad. Así es como probablemente se sintió el rey Asuero cuando la reina Ester lo invitó al segundo banquete.
El rey Asuero y Amán estaban disfrutando del segundo banquete preparado por Ester. Pero el rey sentía gran curiosidad. Quería saber qué era lo que Ester deseaba y por qué estaba esperando tanto tiempo para decírselo.
—Reina Ester —le preguntó el rey—. ¿Qué es lo que quieres pedirme? Tú sabes que puedes tener hasta la mitad de mi reino.
—Rey mío, si verdaderamente te preocupas por mí, concédeme la vida y concédele también la vida a mi pueblo —le rogó Ester—. Me han dicho que nos van a matar a todos. Si nos fueran a vender como esclavos, no diría nada. Pero vamos a ser destruidos.
—¿Qué estás diciendo? ¿Quién ha hecho eso? ¿Dónde está? —gritó el rey muy enojado.
—Ese hombre es Amán —dijo Ester señalando a Amán.
Amán dejó de comer. Estaba muy asustado. No esperaba que Ester supiera sus planes. Podía observar que el rey estaba realmente enojado. El rey enojado dejó caer la copa en que bebía y salió apresuradamente de la sala del banquete. Amán sabía que el rey podía mandar que lo mataran. Se arrojó sobre la reina Ester implorando misericordia. En ese momento regresó el rey a la sala del banquete.
—¡Amán! —gritó el rey lleno de ira—. ¿Cómo te atreves a atacar a la reina, especialmente en mí misma presencia?
Tan pronto como el rey pronunció esas palabras, los siervos del rey avanzaron apresuradamente. Cubrieron la cara de Amán y se lo llevaron prisionero.
Jarboná, uno de los siervos del rey, le dijo al Rey:
—Amán ha construido una horca en su propio patio. La hizo para colgar a Mardoqueo, el hombre que te avisó del plan que tenían para matarte.
—¡Cuelguen a Amán en ella! —ordenó el rey.
El rey Asuero le dio entonces a Ester todo lo que pertenecía a Amán. Ester le dijo al rey que Mardoqueo era su primo. Le explicó que Mardoqueo la había criado. El rey mandó a traer a Mardoqueo. Le dio a Mardoqueo el anillo que le había dado antes a Amán. Ese anillo era un símbolo del poder que el rey le dio a Mardoqueo. Mardoqueo era ahora el asistente del rey.
Pero Ester no había terminado todavía su labor. Regresó a la sala del trono y se arrodilló ante él. Le rogó que deshiciera el plan de Amán. El rey extendió nuevamente su cetro.
—¡Por favor, mi Rey! ¡Ayúdanos! Haz algo para cancelar las órdenes que había dado Amán —le pidió llorando.
—No puedo cancelar esas órdenes, porque esa ley fue sellada con mi anillo real —le dijo el rey—. Pero puedo hacer algo. Pide a Mardoqueo que les diga a mis secretarios lo que deben escribir en un decreto. Después que lo hagan, puede sellar esas órdenes con el anillo que le he dado.
Mardoqueo les dijo a los secretarios lo que debían escribir en esas nuevas órdenes. Los judíos podían defenderse contra cualquiera que tratara de matarlos. Podían también quedarse con las propiedades de cualquiera que intentara matarlos. Pronto quedaron listas esas cartas y fueron selladas con el anillo real. Los mensajeros especiales del rey se apresuraron a llevar esas cartas a todo el reino.
Los judíos en Susa gritaron de alegría cuando escucharon las contraórdenes. Dondequiera que eran llevadas, los judíos celebraban alegremente. Hasta algunos que no lo eran, se hicieron judíos.
Desde ese día hasta ahora, los judíos celebran la fiesta de Purim. La celebran dos días de cada año. Recuerdan en esa celebración la forma como Ester y Mardoqueo sirvieron a Dios. Ambos ayudaron a salvar a todo el pueblo de la muerte.