“Padre mío…no sea como yo quiero… Sino como tú”. Mateo 26:39
Hay una verdad vital que hace que soportemos todo lo que tememos: Dios es nuestro amante Padre celestial. Esto puede ser difícil de entender para aquellos cuyos padres terrenales han sidoduros, abusivos o no existieron en sus vidas. Pero si se comprende esto correctamente, constituye el centro de las Escrituras.
La mano de un padre amante nunca les causará a sus hijos un dolor innecesario o una lágrima innecesaria. Los problemas nos rodean y las angustias nos desgarran, pero el amor del Padre es constante.
Jesús aceptó la constancia del amor del Padre en su noche de pruebamás dura. En medio del dolor del Getsemaní, él clamó: “Hágase tu voluntad” (Mat. 26:42). Jesús aceptó que su Padre siempre planeó lo mejor. Él podía dejar de lado sus planes y aceptar los de su Padre, porque confiaba en el amor divino. Esto no significa que todo el dolor, el sufrimiento y la enfermedad de la vida sean buenos. Esto significa que “Dios siempre es bueno”.
La vida puede no ser justa, pero Dios siempre lo es. Cuando, a1 igual que Jesús, no comprendemos, podemos confiar. A través de todo, podemos decir: “Sea hecha tu voluntad”. Cómo lo decimos es lo que hace la diferencia. Hay cuatro maneras de decirlo.
En primer lugar, puedo decirlo en sumisión sin esperanza, estando tan sobrecogido que pareciera inútil luchar. Por ejemplo, en medio de una enfermedad mortal puedo decir “Sea hecha tu voluntad”, y decirlo resignadamente y sin esperanza.
En segundo lugar, puedo decirlo como quien ha sido obligado a rendirse. Las presiones de la vida se han tornado en algo muy grande. Éste es el grito de alguien que está derrotado porque el enemigo es demasiado poderoso, como un general derrotado que dice: “Aquí está mi espada; hágase tu voluntad”.
En tercer lugar, puedo decirlo sintiéndose completamente frustrado, como alguien que ve que sus sueños se han roto y quebrantado. Las palabras pueden ser de rabia, de amargo rencor.
O lo podemos decir con la confianza de una completa entrega. Así es cómo Jesús lo dijo. Él le estaba hablando a alguien que era su Padre, alguien que sostenía su mano, alguien que lo circundaba con sus brazos eternos. Él se estaba sometiendo a un amor que no lo dejaría. Estaba absolutamente resignado a la voluntad del Padre porque a la larga sabía que era lo mejor para él.
Nosotros también podemos someternos a ese mismo amor hoy. No abandonó a Jesús, y tampoco nos abandonará a nosotros. Podemos decir: “Sea hecha tu voluntad”, porque sabemos que su voluntad es siempre lo mejor.