“Ahora reconozco que no hay Dios en todo el mundo, sino solo en Israel” (2 Reyes 5:15, NVI).
MENSAJE:
Servimos a otros, pero ponemos a Dios en primer lugar.
REFERENCIAS:
2 Reyes 5:15-17; Profetas y Reyes, Cap. 20, Pp. 168-170.
¿Qué cosas son importantes para ti? ¿Tu familia? ¿Qué lugar ocupa Dios? ¿Por qué Naamán dijo que Dios era el verdadero Dios?
Naamán hizo correr su carreta tirada por caballos tan rápido como podía. El Dios de Israel y de la pequeña sierva lo había sanado.
Así que tenía que mostrarse a Eliseo. La polvareda envolvía a los caballos cuando Naamán y sus siervos pararon frente a la casa de Eliseo. Naamán tocó a la puerta. No podía dejar de sonreír. Esta vez Eliseo vino a la puerta. La sonrisa de oreja a oreja de Naamán hizo sonreír a Eliseo.
Naamán le mostró su piel. Estaba tersa y se veía saludable. Vez tras vez agradecía a Eliseo. Eliseo asentía y sonreía.
—Ahora sé que no hay Dios en el mundo como el Dios de Israel —exclamó Naamán—. Por favor reciba estos presentes. Los siervos de Naamán empezaron a descargar toda la plata, el oro y los vestidos nuevos que habían traído.
—No —dijo Eliseo levantando la mano y moviendo su cabeza insistentemente—. No tomaré ningún regalo.
Eliseo no quería recibir los regalos de Naamán porque no quería que Naamán pensara que podía pagar a Dios por haberlo sanado. Eliseo quería que Dios recibiera la gloria por haber sanado a Naamán. Él se alegraba de que ahora Naamán conocía al verdadero Dios.
—Por favor, toma estos presentes. Yo quiero mostrarte cuán agradecido estoy. Pero el profeta siguió diciendo que no. Naamán inclinó su cabeza y agradeció a Eliseo y al Dios de Eliseo. Sus siervos empacaron de nuevo los regalos. Naamán subió a su carroza y tiró de las riendas mientras gritaba:
—¡Vamos a casa!
La esposa de Naamán vigilaba el camino desde la ventana. Una nube de polvo se formaba en el camino. ¡Su esposo! Ella corrió a encontrarlo. ¡Apenas podía creer lo que veían sus ojos! Las manchas blancas habían desaparecido.
—¡Estás sano! —gritó con alegría. ¡Ahora ella no podía parar de sonreír! Naamán se reía y sonreía mientras le contaba a su esposa todo lo que había pasado.
—Ahora sé que el profeta de la pequeña sierva pudo sanarte —le dijo ella.
—Sí, pero no fue el profeta el que me sanó —dijo Naamán—, fue Dios. No hay otro Dios como él. El Dios de Israel es el Dios verdadero. He decidido adorarlo solo a él de ahora en adelante.
El país entero supo que la lepra de Naamán había desaparecido. Todo el país sabía ahora que había un Dios en Israel que podía hacer cosas asombrosas que sus ídolos nunca podrían hacer
Lección de Escuela Sabática para JARDÍN DE INFANTES 3er Trimestre 2023 Lección #08: «NAAMÁN SIRVE A DIOS» Colaboradores: Adriana Jiménez & Wilber Valero