“Amad a Jehová, todos vosotros sus santos”. Salmos 31:23
En uno de los pasajes más profundos del Nuevo Testamento, Pablo declara: “Al que no conoció pecado, [Dios] por nosotros lo hizo [a Cristo} pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él» (2 Cor. 5:21).
Dios hizo a Cristo pecado por nosotros. ¿Pecó Jesús alguna vez? ¿Concibió Jesús alguna vez un pensamiento malo o cometió un acto pecaminoso? ¡Por cierto que no!
Pero el que no conoció pecado se hizo pecado. ¿Qué significa esto? Significa que Jesús fue acusado y condenado por pecados que nosotros cometimos. ¿Cómo es esto posible? Solamente por amor.
No necesitamos una definición teológica de la cruz sino comprender su significado práctico. Nuestra gran necesidad es experimentar su poder transformador. Comprender lo que Jesús realmente sufrió nos ayudará a entender su mensaje más profundo. Como Pablo dijo: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado de un madero)” (Gal. 3:13).
Cristo nos redimió de la maldición de la ley. ¿Cuál es la maldición de la ley? La muerte. ¿Es la primera o la segunda muerte? La primera muerte es la muerte que todos los seres humanos enfrentan como resultado del pecado corporativo de la humanidad. Cuando Adán y Eva pecaron, este mundo se precipitó a la muerte y se separó de Dios, la fuente de la vida.
Si la muerte de Cristo en la cruz fue sólo por causa de nuestra muerte física, no tenemos salvación. El pecado también necesita la segunda muerte, que es la separación para siempre de la presencia de Dios.
Por nosotros, Jesús estuvo dispuesto a quedar separado de la presencia de Dios. Por nosotros, él estuvo dispuesto a soportar toda la terrible culpa y condenación del pecado (Heb. 2:9). “El Salvador no podía ver a través de los portales de la tumba… Temía que el pecado fuese tan ofensivo para Dios que su separación resultase eterna” (El Deseado de todas las gentes, p.701). Es este amor increíble el que quebranta nuestros corazones, cambia nuestras vidas. Pensar que Jesús se hubiera sentido solo en el cielo sin nosotros es algo que nos sobrecoge. Pensar que él se arriesgaría a perderse antes que estar sin nosotros en el cielo es el mayor de los asombros de todo el universo. No hay nada como esto en ninguna otra religión del mundo excepto en el cristianismo. Ninguna otra religión tiene un Dios desinteresado y amante que da su propia vida para redimir a su pueblo.
Todo lo que podemos hacer es cantar con los ángeles: “El Cordero que fue inmolado es digno» (Apoc. 5:12). Todo lo que podemos hacer es postramos a sus pies y adorarlo.