“Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría”. Salmos 30:5
Era un viernes, un viernes oscuro, muy oscuro. Lo clavaron en la cruz el viernes y pusieron una corona de espinas sobre su cabeza, el viernes. Horadaron su costado con una lanza, el viernes. Judas lo traicionó. Pedro lo negó. Los discípulos lo abandonaron. Los judíos lo rechazaron y los romanos lo crucificaron.
El sol ocultó su rostro. La tierra se estremeció y los cielos rugieron. Era un viernes, un viernes oscuro, muy oscuro.
Todos tenemos nuestros viernes oscuros, días en los cuales parece que nada sale bien. Pero para Jesús y para nosotros, la mañana de la resurrección estaba por venir. Mas allá del rechazo, de la traición y de la desesperación, la mañana de la resurrección estaba por venir. Mas allá de la agonía de la sangre y de las lágrimas, estaba por despertar un nuevo y glorioso amanecer,
El sol salió en la mañana de la resurrección Los pájaros cantaron, mientras el Padre decía: “Hijo, tu Padre te llama”.
Legiones de soldados romanos no pudieron contenerlo ahora. Ante el fulgor de los ángeles del cielo cayeron como hombres muertos. La piedra que sellaba la entrada rodó como un guijarro y el hijo de Dios rompió las amarras de la tumba. Las cadenas de la muerte no pudieron contenerlo.
Hay esperanza en la desesperación. Hay gozo en la mañana. Aunque hay viernes oscuros, muy oscuros, la resurrección nos señala un día nuevo y glorioso. Nuestro Señor nos dice: “He aquí que yo hago cosa nueva” (Isa. 43:19). Cualesquiera sean las experiencias por las que usted esté pasando ahora mismo, hay esperanza. El Cristo resucitado quiere hacer “cosa nueva” en su vida. Puede ser que esté atravesando por algo doloroso. Puede que esté experimentando un pesar muy profundo. Puede que esté enfrentando el diagnóstico de un tumor maligno. Puede que esté teniendo dificultades financieras o maritales. Puede que sus cargas sean tan pesadas que no las puede sobrellevar. Puede ser que esté a punto de darse por vencido. El Cristo resucitado sabe de esto. Él comprende. Él está vivo y desde el santuario celestial le envía hoy un mensaje de ánimo.
Cristo habla con sus palabras más tiernas: “Yo te entiendo. Yo te fortalezco. Ten ánimo. Viene un día mejor».
“Por la noche durará el lloro, y a la mariana vendrá la alegría” (Sal. 30:5).