«Entonces tus oídos oirán a tus espaldas estas palabras: «¡Este es el camino; anden por él, ya sea que vayan a la derecha o a la izquierda!»». Isaías 30:21, RVC
SÉ QUE LOS SERES HUMANOS sufren mucho porque se salen de la senda que Dios eligió para ellos. Caminan sobre las chispas del fuego que ellos mismos encendieron y el resultado inevitable es la aflicción, la intranquilidad y el pesar, males que habrían podido evitar si hubieran sometido su voluntad a la de Dios, y le hubieran permitido dirigir sus pasos. Dios considera necesario contradecir nuestra voluntad y nuestro proceder, y poner bajo sujeción nuestra voluntad humana.
Cualquiera que sea la senda que Dios ha escogido para nosotros, cualquiera que sea el camino que ordena para nuestros pies, ese es el único camino seguro. Diariamente debemos manifestar el espíritu de sumisión infantil, y orar para que nuestros ojos sean ungidos con el colirio celestial, a fin de que podamos discernir las indicaciones de la voluntad divina, para que no se confundan nuestras ideas a causa de la omnipotencia de nuestra propia voluntad. Con los ojos de la fe, con una sumisión infantil corno hijos obedientes, debemos mirar a Dios, seguir su dirección, y así desaparecerán las dificultades. La promesa es: «Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré mis ojos» (Salmo 32: 8). […]
Si acudimos a Dios con una disposición humilde y deseos de aprender, sin llevar preparados nuestros planes antes de pedir le consejo y dispuestos según nuestra propia voluntad, sino con sumisión, dispuestos a ser enseñados, con fe, será nuestro privilegio reclamar las promesas cada hora del dia. Debemos desconfiar de nosotros mismos y vigilar nuestras propias fuertes tendencias e inclinaciones, para no actuar según nuestras propias ideas y planes, y pensar que estamos haciendo la voluntad del Señor. […]
Nuestro Padre celestial es nuestro regente y debemos someternos a su disciplina. Somos miembros de su familia. Él tiene derecho a nuestro servicio, y si uno de los miembros de su familia persiste en salirse con la suya, persiste en hacer lo que le place, ese espíritu producirá un estado de cosas desordenado y desconcertante.
No debemos estudiar para hacer lo que nos plazca, sino para hacer la voluntad de Dios.— Carta 6, 1894.