Si en el seno de nuestras familias conserváramos tierno el corazón; si se manifestara una noble y generosa deferencia por los gustos y las opiniones de cada cual; si la esposa buscara oportunidades de expresar su amor por su esposo mediante actos corteses; y el marido manifestara la misma amable consideración hacia su esposa, los hijos participarían del mismo espíritu. Esta influencia impregnaría todo el hogar, y ¡cuánta miseria evitarían las familias! Los hombres no andarían recorriendo hogares para encontrar felicidad, y las mujeres no desfallecerían por falta de amor, ni perderían el ánimo ni la dignidad para convertirse en inválidas de por vida. Se nos ha concedido solo una existencia, y mediante cuidados, trabajo y dominio propio se la puede hacer soportable, placentera y basta feliz (Cada día con Dios, p. 333).
El verdadero amor no es una pasión impetuosa, ardiente y dominante. Por el contrario, es de naturaleza profunda y serena. Ve más allá de lo externo y es atraído únicamente por las cualidades. Es sabio y prudente para discernir y escoger y su devoción es real y duradera.
Los corazones que están henchidos del amor de Cristo no pueden separarse mucho. La religión es amor, y el hogar cristiano es un lugar donde el amor reina y halla expresión en palabras y actos de bondad servicial y gentil cortesía…
Jesús quiere ver matrimonios y hogares felices.
Los hombres y las mujeres pueden alcanzar el ideal que Dios les señala si invocan la ayuda de Cristo. Lo que la humana sabiduría no puede lograr, la gracia de Dios lo hará en quienes se entregan a él con amor y confianza. Su providencia puede unir los corazones con lazos de origen celestial. El amor no será tan solo el intercambio de palabras dulces y aduladoras. El telar del cielo hecho con la trama más fina, produce tela más fuerte que los telares de la tierra. Su material no es débil, sino que es un tejido capaz de resistir cualquier prueba por severa que sea. El corazón quedará unido al corazón con lazos áureos de amor perdurable (The Faith I Live By, p. 255; parcialmente en La fe por la cual vivo, p. 257).
Las dos personas que unen su interés en la vida tendrán distintas características y responsabilidades individuales… La esposa ha de agraciar el círculo familiar como esposa y compañera de un esposo sabio. A cada paso debe ella preguntarse:…» «¿Cómo haré para que mi influencia sea como la de Cristo en mi hogar?» El marido debe dejar saber a su esposa que él aprecia su trabajo.
La esposa ha de respetar a su marido. Él ha de amar y apreciarla a ella: y así como los une el voto matrimonial, su creencia en Cristo debe hacerlos uno en él. ¿Qué podría agradar más a Dios que el ver a los que contraen matrimonio procurar juntos aprender de Jesús y llegar a compenetrarse cada vez más de su Espíritu? (El hogar cristiano, p. 99).
Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2023. 3er. Trimestre 2023 «EFESIOS» Lección 10: «CÓNYUGES: JUNTOS ANTE LA CRUZ»
Colaboradores: Ana Hironymus & Esther Jiménez