Muchos se engañan con respecto a su verdadera condición ante Dios. Se felicitan por los actos reprensibles que no cometen, y se olvidan de enumerar las obras buenas y nobles que Dios requiere, pero que ellos descuidan de hacer. No basta que sean árboles en el huerto del Señor. Deben corresponder a lo que Dios espera de ellos, llevando frutos. Dios los hace responsables de todo el bien que podrían haber realizado, sostenidos por su gracia. En los libros del cielo sus nombres figuran entre los que ocupan inútilmente el suelo. Sin embargo, aun el caso de tales personas no es del todo desesperado. El Dios de paciencia y amor se empeña en atraer aún a los que han despreciado su gracia y desdeñado su misericordia. «Por lo cual se dice: Despiértate tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, cómo andéis avisadamente… redimiendo el tiempo, porque los días son malos». Efesios 5:14-16(El conflicto de los siglos, pp. 586, 587).
La inmoralidad de toda clase y medida procura obtener el dominio, obrando contra las manifestaciones del poder del Espíritu Santo. Lo más vulgar de la conversación, y las ideas bajas y pervertidas se entretejen con la trama del carácter, y contaminan el alma.
Las partidas de placer bajas y comunes, las reuniones para comer y beber, los cantos y la música de instrumentos, son inspirados por un espíritu de abajo. Son una ofrenda a Satanás… Porque en estas complacencias la mente se embota como al beber licor. Se abre la puerta para las compañías vulgares. Los pensamientos, sueltos por un canal vil, no tardan en pervertir todas las facultades del ser… Todas estas cosas tienen su efecto sobre el carácter (Consejos para los maestros, p. 353).
Cuando estamos unidos con Cristo, tenemos la mente de Cristo. La pureza y el amor brillan en el carácter, la humildad y la verdad rigen la vida. La misma expresión del rostro es cambiada. Cristo, que habita en el alma, ejerce un poder transformador, y el aspecto externo da testimonio de la paz y del gozo que reinan en lo interior. Bebemos del amor de Cristo, así como la rama obtiene su alimento de la vid. Si estamos injertados en Cristo, si fibra tras fibra hemos sido unidos con la Vid viviente, daremos evidencias de ese hecho dando ricos racimos de fruto viviente. Si estamos conectados con la Luz, seremos conductos de luz y reflejaremos la luz al mundo en nuestras palabras y obras. Los que son verdaderamente cristianos están unidos con la cadena de amor que une a la tierra con el cielo, que une al hombre finito con el Dios infinito. La luz que brilla en el rostro de Jesús brilla en el corazón de sus seguidores para la gloria de Dios (Mensajes selectos, t. 1, pp. 395, 396).
Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2023.
3er. Trimestre 2023 «EFESIOS»
Lección 9: «ANDEN COMO SABIOS»
Colaboradores: Ana Hironymus & Esther Jiménez