«Confiesen sus pecados unos a otros, y oren unos por otros, para que sean sanados». Santiago 5:16, RVC
TODOS ESTAMOS PROPENSOS a cometer errores. Por lo tanto, la Palabra de Dios nos dice claramente cómo corregir y remediar esas faltas. Nadie puede decir que nunca comete un error, que jamás ha pecado; pero es importante considerar qué se ha hecho con esos errores. El apóstol Pablo cometió ofensivas faltas creyendo en todo momento que servía a Dios, pero cuando el Espíritu del Señor le mostró las cosas en su verdadera luz, confesó sus errores y reconoció la gran misericordia de Dios manifestada al perdonar su transgresión. Nosotros también podemos haber cometido errores pensando que estábamos haciendo lo correcto, pero cuando el tiempo nos muestre nuestro error, es nuestro deber humillarnos y confesar nuestro pecado. [ ..]
Cualquiera sea la naturaleza de nuestro pecado, confesémoslo. Si lo cometimos únicamente contra Dios, confesémoslo solo a él. Si le hicimos daño u ofendimos a alguien, confesémoslo también a esa persona y la bendición del Señor recaerá sobre nosotros. Así es como morimos al yo y Cristo se forma en nosotros. […]
Cuando las personas, tentadas por Satanás, cometen faltas, y sus palabras y comportamiento no son cristianos, tal vez no ven su condición, porque el pecado es engañador y tiende a amortecer las percepciones morales. Pero mediante el examen de sí mismos, el estudio de las Escrituras y la humilde oración, con la ayuda del Espíritu Santo, serán capacitados para ver su error. Si entonces confiesan sus pecados y los abandonan, el tentador no les parecerá como ángel de luz, sino como un engañador. […]
Los que aceptan el reproche y la corrección de Dios, permitiéndoseles así ver y corregir sus errores, están aprendiendo lecciones de gran valor, aun de sus errores. Su aparente derrota se convierte en victoria. No confían en su propia fuerza, sino en la fuerza de Dios. Tienen denuedo, celo y afecto, mezclados con humildad y regulados por los preceptos de la Palabra de Dios. […)
No avanzan dando tumbos, sino con seguridad, en un camino en el que brilla la luz del cielo.— The Review and Herald, 16 de diciembre de 1890.