“(Yo) no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones”. Efesios 1:16
Los eventos dramáticos que se estaban desarrollando captaron la atención del mundo. Millones de personas permanecieron pegadas a las pantallas de sus televisores, viendo en vivo la cobertura deCNN de lo que estaba ocurriendo.
Los comunistas de línea dura habían colocado a Mikhail Gorbachev bajo arresto domiciliario en Crimea. Boris Yeltsin estaba encerrado en la Casa blanca rusa. Los líderes del golpe de Estado se reunieron en el Kremlin para aplastar la resistencia. Parecía que estaba por retornar el comunismo.
Un grupo de consagrados cristianos adventistas desafió el toque de queda. Dejando sus apartamentos, rápidamente se encaminaron a un local alquilado para orar. Los “intercesores” oraron durante toda la noche. Siguieron las instrucciones de Pablo: “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres: por los reyes y por todos los que están en eminencia” (1 Tim. 2:1, 2).
La fecha: 21 de agosto de 1991. Una muchedumbre estimada en 15.000 a 20.000 personas colmó las calles alrededor de la Casa Blanca rusa en apoyo a la democracia.
Los líderes militares rehusaron obedecer a sus comandantes. Los oficiales de la KGB, con sus tropas de combate Alfa, rehusaron a avanzar. Durante catorce largas horas los líderes del golpe parecían estar paralizados. Este lapso vital permitió que miles de opositores en Moscú cobrarán más ánimo. Desafiando el toque de queda, inundaron las calles. Cuando un grupo› de oficiales disidentes del ejército, militares de la KGB y de la policía finalmente avanzaron a las 2 de la mañana, la resistencia era tan fuerte que el ataque fracasó totalmente. Los líderes del golpe de estado, conscientes de su derrota, trataron de escapar del país lo más rápidamente posible.
La oración intercesora es poderosa. Cambia los destinos de las naciones. Altera el curso de la historia. Radicalmente transforma la forma en que suceden las cosas.
La promesa de Dios se cumple todavía: “Sí se humillare mi pueblo… y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos… y sanaré su tierra” (2 Crón. 7:14).
La oración abre el camino para que Dios obre grandes milagros. La oración nos une con el todopoderoso Creador del universo. La oración abre los recursos del cielo. La enfermedad no puede contenerla. La adversidad no puede encadenarla. La pobreza no puede impedirla.
No necesita tener un título universitario para orar. No necesita saber leer para orar. Todo lo que tiene que hacer para orar es orar.
¿Aceptará usted la invitación de Dios de convertirse en un poderoso guerrero de la oración?