«Si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, sino creísteis en vano.» 1 Corintios 5:1
El mandato de Jehová a Abram estaba lleno de significado porque la expresión «Vete» es bien profunda. Tiene el sentido que le atribuyen la mayoría de las traducciones pero podríamos, además, hacerle algunas matizaciones, ya que literalmente significa “Ve hacia ti’. Habla de un viaje hacia la verdadera identidad de Abram, un viaje inesperado pero esperanzador.
En la teoría de gestión de grupos hay una notable diferencia entre «motivar» e «ilusionar». Vroom afirma que toda motivación responde a tres claves. Primera, el valor que una persona da al planteo. Por ejemplo, proponemos a un grupo de jóvenes la posibilidad de dar una vuelta al mundo. ¿Le asignarán valor? Por supuesto. A los jóvenes les fascina viajar. Segunda, que existan conocimientos y capacidades para alcanzar la propuesta. Sigamos con el ejemplo, la gente joven sabe cómo realizar calendarios, buscar hoteles, hablar en otros idiomas. Eso los anima a seguir. Tercera, que haya expectativas personales de alcanzar el objetivo. Como la mayoría de jóvenes no tiene el dinero para dar la vuelta al mundo, su esfuerzo se debilita hasta que se desaniman. La vuelta al mundo es, para ellos, una simple «ilusión», no una «motivación».
Abram valoraba las peticiones de Dios, tenía las capacidades y el conocimiento para guiar a un grupo a cualquier lugar, pero todo se hubiera quedado en una simple ilusión si no hubiese dado ese salto de fe hacia sí mismo. Y ese salto sólo se produce con Dios. Abram no solo estuvo motivado sino que se movió de acá para allá hacia donde Dios le guiaba. Se movió creciendo como persona. Y creció tanto que dejó de llamarse Abram, caudillo respetado, para ser Abraham, padre de multitudes.
En Cantares 2: 10 dice: «Amada mía, hermosa mía, levántate y ven.» Y emplea la expresión de Génesis pero con una pequeña variación. Literalmente, «Ven a mí yendo hacia ti». Es una petición preciosa de amor que llega hasta nuestros días. Dios no quiere que dejemos de ser quienes somos, quiere que seamos nosotros en nuestra totalidad. Por ello, nos pide ir hacia él a través de un encuentro con nosotros. Es un periplo, un viaje de aventuras, pero el viaje más fascinante que nos pueden proponer. Nada de «ilusión», todo «motivación».
¿Qué responder? Os parecerá curioso pero aspiro a que hagamos nuestras algunas palabras de un bolero de Alfredo Gil: «Si tú me dices ven, lo dejo todo.»