“¡Hombres de poca fe! ¿Por qué dudaste?” Mateo 14:31
Las tormentas de arena pueden ser mortales, ya que bloquean nuestra visión. Al manejar en medio de una tormenta de arena por las planicies secas de Texas, a veces lo más prudente es parar a la orilla de la carretera.
Uno de los engaños de Satanás son las tormentas de arena de la duda. Satanás hizo dudar a Eva en el Edén. Le preguntó: “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Gén. 3:1). La pregunta deSatanás tenía por objetivo crear dudas. Sus tácticas son hoy las mismas. Si él puede engañarnos para que dudemos del amor de Dios, que cuestionemos su verdad, o que nos tomemos escépticos hacia la organización de la iglesia de Dios, él sabe que estamos en el camino hacia el desastre espiritual.
La marca distintiva del pensamiento del siglo XXI es una mente abierta. Hay lugar para la investigación y el cuestionamiento, para una mente abierta. También hay lugar para una mente cerrada. Yo sé que Dios me ama. Yo sé que su Palabra es la verdad. He aceptado su mensaje del sábado bíblico. Creo que su iglesia triunfará. En cuanto a estas grandes verdades eternas mi mente está cerrada. No tengo que levantarme cada mañana pensando si tal vez Dios me ama; no tengo que cuestionarme a diario respecto a mis convicciones.
Cuando el Dr. Lucas le escribió a Teófilo, anhelaba que éste conociera “bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido” (Luc. 1:4). Algunos asuntos deben establecerse para siempre en nuestro corazón.
Si llenamos nuestra mente con dudas, seremos indecisos. Si llenamos nuestra mente con preguntas, nos tomaremos escépticos. No todas las preguntas tienen respuesta de este lado de la eternidad. La pregunta principal es: ¿tengo suficiente evidencia para creer? Una vez que esa pregunta queda contestada, entonces llega un momento en que cierro mi mente a las dudas. Elena G. de White tuvo una experiencia increíble con D. M. Canright.
El pastor Canright dejó la Iglesia Adventista del Séptimo Día y le escribió a la Sra. White sobre sus dudas. Ella le contestó: “Rehusé escucharla (su carta). El hálito de la duda, de la queja y la incredulidad es contagioso; si hago que mi mente sirva de canal para la corriente de agua sucia, turbia y contamina da que procede de la fuente de Satanás, alguna sugestión podría permanecer en mi mente y contaminarla” (Mensajes selectos, t. 2, p.187).
Las tormentas de arena de la duda, instigadas por Satanás, sólo pueden llevar a la ruina eterna. Llene su mente con la Palabra de Dios, sature su alma con la verdad de Dios, convénzase en su corazón que Dios le ama. Su verdad triunfará.