“Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida”. Deuteronomio 30:19
Robert Ingersoll, uno de los más conocidos incrédulos del siglo pasado, nació en el hogar de un pastor. Después de escuchar a su padre predicar sobre el fuego del infierno, lngersoll dijo: ‘Si Dioses eso, si Dios puede quemar a millones y miles de millones de personas,hombres, mujeres, niños bebés, yo no creo que él exista. Yo creo que él es un producto de la imaginación humana”.
lngersoll concluyó que un Dios que podría atormentar a las personas durante millones de años no debía ser un Dios amante. Además, decidió que un Dios ta1 no debía realmente existir.
Y estaba en lo correcto. No existe un Dios vengativo que se deleita en afligir y causar sufrimiento.
Mi mente nunca podría adorar a un Dios que atormentase a las personas en el infierno durante millones y millones de años. ¿Podría usted pensar en un cielo en el cual los redimidos vieran desde allí a otras personas sufriendo en el infierno? Un popular escritor religioso dijo que si se extinguieran los fuegos del infierno y si los perdidos cesarán de sufrir se terminaría uno de los principales deleites de los redimidos. En otras palabras, decía que uno de los gozos del cielo será ver cómo sufren los malvados. ¡Qué distorsión! ¡Qué idea distorsionada de Dios!
La figura que la Biblia presenta de Dios es dramáticamente diferente. Elamor de Dios no le permite atormentar a los pecadores durante las interminables edades de la eternidad. Su justicia no le permite pasar por alto sus pecados. El pecado es un material combustible en la presencia de un Dios santo. Dios deja que los pecadores hagan su propia elección. Sin el escudo de su amante protección, ellos serán destruidos en las llamas de su santidad.
La agonía más profunda del infierno es la tortura mental de los pecadores al saber que están desterrados de la presencia de Dios para siempre. Dios ofrece la vida. Ellos han elegido la muerte. Las palabras del antiguo profeta resuenan a través de los siglos. “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tú descendencia” (Deut. 30:19).
La salvación es una elección. La pérdida eterna es una elección. Al final cada uno de nosotros obtendrá lo que haya elegido para la eternidad. Hoy el Dios del cielo apela a cada uno de nosotros para que elijamos la vida.