«Entonces les abrió el entendimiento para que comprendieran las Escrituras». Lucas 24:45
EL SEÑOR DESEA que tengamos una experiencia más profunda y rica en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Quiere que aumente nuestro conocimiento, no en las cosas terrenales, sino en las celestiales que conducen a Cristo, nuestra Cabeza viviente. ¿Cuán elevado, cuán grande ha de ser este conocimiento? Debe ser de tal naturaleza que nos haga alcanzar la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo Jesús. No hay un límite para el crecimiento, no hay un límite para los preciosos rayos de luz que Dios nos envía. […]
Sabemos que están llegando falsedades como una corriente vertiginosa, y por eso queremos cada rayo de luz que Dios tiene para nosotros, a fin de poder permanecer de pie en medio de los peligros de los últimos días. […] ¡Cómo anhela Cristo abrirnos los misterios de la redención! Él quería hacerlo por sus discípulos cuando vivió con ellos, pero ellos no habían progresado lo suficiente espiritualmente para comprender sus palabras. Tuvo que decirles: «Muchas cosas me quedan aún por decirles, que por ahora no podrían soportar» (Juan 16: 12, NVI). ¡Cuánto mejor habrían podido soportar la terrible prueba por la que tuvieron que pasar en su juicio y crucifixión, si hubieran progresado y sido capaces de comprender las instrucciones de Cristo! ¿No permitiremos que Jesús abra nuestro entendimiento? […]
Estamos en los límites del mundo eterno y debemos dar un testimonio con el cual todo el cielo debe concordar. El ángel nos ha hablado: «Prepárense, únanse, el Señor está a las puertas».— The Review and Herald, 4 de marzo de 1890. ¡El Señor viene y debernos estar preparados! Cada momento deseo tener su gracia, deseo el ropaje de la justicia de Cristo. Debemos humillarnos delante de Dios como nunca, postrarnos a los pies de la cruz, y él pondrá en nuestra boca palabras para dar testimonio de él y dar alabanza a nuestro Dios. Él nos enseñará una melodía del cántico de los ángeles, así como alabanzas de gratitud a nuestro Padre celestial. No podemos hacer nada por nosotros mismos, pero Dios quiere tocar nuestros labios con un carbón vivo desde el altar. Quiere santificar nuestra lengua, quiere santificar todo nuestro ser. — Ibid.