«Pero Dios, quien es rico en misericordia, a causa de su gran amor con que nos amó, […] nos dio vida juntamente con Cristo. ¡Por gracia son salvos! Y juntamente con Cristo Jesús, nos resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales». Efesios 2:4-6, RVA15
CUANDO NOS RELACIONAMOS estrechamente con Jesús, vemos detalles maravillosos en su ley, que ahora no alcanzamos a apreciar. La influencia suavizadora y subyugadora del Espíritu de Dios sobre los corazones y las mentes humanas hará que los verdaderos hijos de Dios se sienten con Cristo en los lugares celestiales. El Espíritu Santo establecerá la cultura cristiana en cada corazón. Todos los que contemplan a Jesús manifestarán un espíritu suave y humilde. El amor de Jesús siempre conduce a la cortesía cristiana, al lenguaje refinado y la pureza de expresión, los cuales testifican de la compañía que frecuentamos: que como Enoc estamos caminando con Dios. No hay estallidos ni asperezas, sino una dulce fragancia en el habla y el espíritu.
Debemos estudiar la Palabra de Dios. En ella tenemos una mina de material precioso. Una buena parte de ella ha sido vista sólo superficialmente, pero es necesario cavar para descubrir tesoros más preciosos. Hay muchos que solo hurgan en ella superficialmente, de una manera desinteresada y despreocupada, mientras que otros la estudian minuciosamente, con oración y perseverancia, encontrando en ella tesoros ocultos e inestimables. […]
Dejemos ver que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. No hablemos apresuradamente, no pronunciemos palabras vulgares, no repitamos frases comunes. Demostremos que somos conscientes de la existencia de un Compañero a quien honramos y a quien no avergonzaremos. ¡Pensemos que somos representantes de Jesucristo! Entonces, revelemos su carácter en nuestras palabras y comportamiento. […] Se necesita diariamente el poder de Dios que convierte para santificar y preparar los vasos para el uso del Maestro. ¡Hay valiosas lecciones en el Libro Sagrado que aún debemos aprender y practicar! Nuestra conciencia debe reconocer y apreciar una norma cristiana más elevada. […]
Podemos ser toda la luz en el Señor. Podemos ir creciendo en eficiencia, en pureza, en el conocimiento de Dios, si nos mantenemos mansos y humildes. — Carta 171, 1897.