Apesar de todas estas similitudes entre Jesús y los sacrificios, los sacrificios del Antiguo Testamento siempre se quedaban cortos con respecto a la obra de Cristo. Fíjate que las ofrendas por el pecado solo cubrían los pecados involuntarios, no los intencionales (Lev. 4: 2-4, 22). Este otro tipo de perdón solo era posible a través de la sangre derramada de Cristo mismo, que estaba en un futuro distante. Los israelitas solo tenían acceso a esta dimensión del perdón mediante la fe en el Salvador venidero. Nunca podría obtenerse por medio del sacrificio de animales, ni siquiera simbólicamente. Nota que tanto la confesión como el arrepentimiento eran necesarios, pero no eran suficientes para garantizar el perdón de Dios. Eran esenciales, pero hasta que no se derramaba la sangre, el oferente no tenía la seguridad del perdón. La Biblia dice claramente que «no hay perdón de pecados si no hay derramamiento de sangre» (Heb. 9: 22). Esto se debe a que «el pago que da el pecado es la muerte» (Rom. 6: 23), y los sacrificios que simbolizaban a Jesús tenían que morir la muerte que el oferente debería haber muerto.
Tal vez te estás preguntando cómo puedes recibir hoy el perdón y la rectitud delante de Dios. Levítico 4 lo deja muy claro: en primer lugar, debes ser consciente de tu culpa (vers. 14, 23, 28). En otras palabras, cuando te presentes ante el Señor, debes confesar el pecado concreto por el que deseas el perdón. Por fe, en esencia estás poniendo tu mano sobre la cabeza de Jesús y transfiriéndole tu culpa. En la cruz, hace dos mil años, Jesús tomó tu culpa y, con su propia sangre, pagó tu deuda por completo. Tanto tus pecados intencionales como no intencionales han sido perdonados. ¡Exclama «amén» conmigo!
Tristemente, hay muchas personas hoy en día que no conocen esta realidad. Muchos sufren trastornos psicológicos como resultado de los efectos de la culpa, ya sea real o percibida. Muy a menudo intentan encontrar la libertad de esa culpa en el diván de un profesional, sin darse cuenta de que la libertad de la profunda culpa espiritual como resultado del pecado solo se encuentra al pie de la cruz. La Biblia enseña que la sangre de Jesús puede limpiar la culpa de nuestra conciencia (Heb. 9: 14). Por supuesto, esto no significa que no hay lugar para consejeros, psicólogos o psiquiatras, pero por maravillosos que sean estos profesionales de la salud mental, son incapaces de hacer lo que solo la sangre de Cristo puede hacer.
Al igual que el oferente en Levítico 4, después de poner nuestros pecados por la fe en Jesús, podemos caminar con la seguridad de que nuestros pecados han sido perdonados y estamos libres de culpa y vergüenza. Hay muchos que tienen problemas para creer esto, porque sus sentimientos de arrepentimiento y vergüenza los mantienen en continua esclavitud a sus pecados, pero cuando los pecadores se dan cuenta y entienden que el perdón es una promesa y por lo tanto se basa en la fe y no en los sentimientos, entonces comienzan a experimentar la alegría de que sus pecados hayan sido verdaderamente borrados.
Miqueas 7: 19 dice que cuando nos arrepentimos, Dios «arroja nuestros pecados a las profundidades del mar» (ver también Sal. 103: 12). Corrie ten Boom lo expresó así: «Cuando confesamos nuestros pecados, Dios los arroja al océano más profundo, donde desaparecen para siempre. Y aunque no puedo encontrar un pasaje para ello, creo que Dios pone un cartel que dice: “Prohibido pescar”» (Tramp for the Lord [1971], p. 53). Una vez más, ¡exclama «amén» conmigo!
Después de repasar el texto que copiaste y resaltaste:
¿Qué enseñanzas especiales crees que refleja?
¿Qué preguntas te surgen?
¿Qué partes te parecieron difíciles?
¿Qué otros principios y conclusiones encuentras?
¿Cómo podemos ayudar a quienes están atrapados en la culpa y la vergüenza a escapar de esas ataduras?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2023. 3er. trimestre 2023 EL LIBRO DE LEVÍTICO Lección 5 «EL PERDÓN» Colaboradores: Pr. Brayan R Cedillo & Magda Sanchez