Resulta interesante el hecho de que la comida de la ofrenda de comunión o de paz tenía un límite de tiempo: el oferente y su familia (así como el sacerdote) tenían que comerla el mismo día si se trataba de una ofrenda de acción de gracias y en el plazo de dos días si se trataba de un voto u ofrenda voluntaria (Lev. 7: 15-16). Esto era, por supuesto, por razones de salud, pero también para animar al oferente a reunir rápidamente a la familia para consumir toda la carne que se les había asignado del animal sacrificado. Hay una lección sutil pero fundamental en todo esto: nunca se debe permitir que la discordia se enquiste. Los resentimientos y los malos entendidos se deben afrontar y aclarar rápidamente (ver también Efe. 4: 26). Arregla rápido los problemas, únanse en una comida si es necesario, pero no ignores los problemas esperando a que desaparezcan. ¡Porque no desaparecerán!
Si los padres quieren conectarse o mantenerse conectados con sus hijos, deben compartir al menos una comida en comunión con ellos todos los días. Esto implica nada de televisión ni celulares; solo sentarse alrededor de la mesa para escuchar lo que cada uno ha hecho durante el día: los desafíos, las alegrías y los sinsabores. Esta puede ser la actividad más importante que la familia realice junta. Aunque no es fácil hacerlo de manera constante, se puede conseguir, y la recompensa es la comunión y la paz con los seres queridos.
La gente necesita confraternizar; es una necesidad psicológica. Durante muchos meses, en todos los países del mundo nos vimos obligados a mantener una «distancia social». Por supuesto, esto era por nuestro bien, para que no contrajéramos el virus de la COVID-19, pero en retrospectiva, deberíamos haberlo llamado de otra manera, tal vez «distanciamiento físico». En el vacío creado por ese distanciamiento se produjo un aumento generalizado de la violencia, la discordia racial, la polarización política, la depresión y el suicidio.
Cuando pensamos en Dios, a menudo imaginamos a un anciano de pelo blanco que vive «arriba», separado de nosotros en todos los sentidos; pero en realidad Dios es muy jovial y tiene al menos una característica en común con la generación más joven que vive hoy en día: es un ser social. Le encanta la comunión y quiere que tengamos relaciones satisfactorias no solo entre nosotros, sino también con él. Por eso la ofrenda de comunión era tanto vertical como horizontal: los que participaban compartían una comida no solo entre ellos (horizontal), sino también con Dios (vertical).
Una última observación sobre esta ofrenda: el oferente era el que iniciaba la comunión. En otras palabras, la persona que traía el sacrificio era la que reunía a los demás en paz y comunión. Vivimos en un mundo en el que todos quieren que los demás sean los que inicien la reconciliación, el perdón, la paz y la comunión, pero como receptores de la gracia de Jesús, nosotros debemos ser los primeros en iniciar la comunión, no la otra persona. Dios nos ha llamado a ser iniciadores que representan a Cristo mismo.
Después de leer el texto que copiaste y resaltaste:
¿Qué enseñanzas especiales crees que refleja?
¿Qué preguntas te surgen?
¿Qué partes te parecieron difíciles?
¿Qué otros principios y conclusiones encuentras?
A diferencia de otras relaciones, ¿cómo se puede mantener la comunión espiritual en medio de las circunstancias externas (como una pandemia)?
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2023. 3er. trimestre 2023 EL LIBRO DE LEVÍTICO Lección 4 «LA COMUNIÓN» Colaboradores: Pr. Brayan R Cedillo & Magda Sanchez