«La parte más importante del servicio diario era la que se realizaba en favor de los individuos. El pecador arrepentido traía su ofrenda a la puerta del tabernáculo y, colocando la mano sobre la cabeza de la víctima, confesaba sus pecados; así, en un sentido figurado, los trasladaba de su propia persona a la víctima inocente. Con su propia mano mataba entonces el animal, y el sacerdote llevaba la sangre al lugar santo y la rociaba ante el velo, detrás del cual estaba el arca que contenía la ley que el pecador había transgredido. Con esta ceremonia y en un sentido simbólico, el pecado era trasladado al santuario por medio de la sangre. En algunos casos no se llevaba la sangre al lugar santo; sino que el sacerdote debía comer la carne, tal como Moisés ordenó a los hijos de Aarón, diciéndoles: “Se lo dio a ustedes para que ustedes carguen con la culpa de la comunidad” (Lev. 10: 17). Las dos ceremonias simbolizaban igualmente el traslado del pecado del hombre arrepentido al santuario.
»Esta era la obra que se hacía diariamente durante todo el año. Con el traslado de los pecados de Israel al santuario, los lugares santos quedaban manchados, y se hacía necesaria una obra especial para quitar de allí los pecados. Dios ordenó que se hiciera expiación para cada una de las sagradas divisiones lo mismo que para el altar. “Así lo purificará de las impurezas de los israelitas” (Lev. 16: 19)». — Elena G. de White, Patriarcas y profetas, cap. 30, pp. 322-323
«Como Cristo, después de su ascensión, compareció ante la presencia de Dios para ofrecer su sangre en beneficio de los creyentes arrepentidos, así el sacerdote rociaba en el servicio diario la sangre del sacrificio en el lugar santo en favor de los pecadores.
»Aunque la sangre de Cristo habría de librar al pecador arrepentido de la condenación de la ley, no anulaba el pecado; este queda registrado en el santuario hasta la expiación final; así en el símbolo, la sangre de la víctima quitaba el pecado del arrepentido, pero quedaba en el santuario hasta el día de la expiación». — Ibid., p. 325
«Mediante este servicio anual se enseñaban al pueblo importantes verdades acerca de la expiación. En la ofrenda por el pecado que se ofrecía durante el año, se había aceptado un sustituto en lugar del pecador; pero la sangre de la víctima no había completado expiación por el pecado. No había previsto más que un medio en virtud del cual el pecado se transfería al santuario». — Ibid., pp. 323-324
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2023. 3er. trimestre 2023 EL LIBRO DE LEVÍTICO Lección 5 «EL PERDÓN» Colaboradores: Pr. Brayan R Cedillo & Magda Sanchez