«Es la comunión con Cristo, el contacto personal con un Salvador vivo, lo que habilita la mente, el corazón y el alma para triunfar sobre la naturaleza inferior. Hablémosle al errante de una mano todopoderosa que lo sostendrá, de una humanidad infinita en Cristo que lo compadece. No le basta a él creer en la ley y la fuerza, cosas que no tienen compasión, ni oyen el pedido de ayuda. Necesita asir una mano cálida, confiar en un corazón lleno de ternura. Mantengamos su mente fija en el pensamiento de una presencia divina que está siempre a su lado, que siempre lo mira con amor compasivo. Invitémosle a pensar en el corazón de un Padre que siempre se entristece por el pecado, en la mano de un Padre que está todavía extendida, en la voz de un Padre que dice: “¿Quién querrá desafiar mi fuerza? ¡Que haga la paz conmigo! ¡Sí, que haga la paz conmigo!” (Isa. 27: 5, RVC).
»Cuando nos dedicamos a esta obra, tenemos compañeros invisibles para los ojos humanos. Los ángeles del cielo estaban al lado del samaritano que atendió al extranjero herido. Y están al lado de todos aquellos que prestan servicio a Dios ministrando a sus semejantes. Y tenemos la cooperación de Cristo mismo. Él es el restaurador y, mientras trabajemos bajo su dirección, veremos grandes resultados.
»De nuestra fidelidad en esta obra, no solo depende el bienestar de otros, sino nuestro propio destino eterno. Cristo está tratando de elevar a todos aquellos que quieran ser elevados a un compañerismo consigo, para que podamos ser uno con él, como él es uno con el Padre. Nos permite llegar a relacionarnos con el sufrimiento y la calamidad a fin de sacarnos de nuestro egoísmo; trata de desarrollar en nosotros los atributos de su carácter: la compasión, la ternura y el amor. Aceptando esta obra de ministración, nos colocamos en su escuela, a fin de ser hechos idóneos para las cortes de Dios. Rechazándola, rechazamos su instrucción y elegimos la eterna separación de su presencia.
»“Si […] cumples con mis ordenanzas —declara el Señor—, […] te daré un lugar entre los que están aquí” (Zac. 3: 7, RVC), aun entre los ángeles que rodean su trono. Cooperando con los seres celestiales en su obra en la tierra, nos estamos preparando para su compañía en el cielo».— Elena G. de White, Palabras de vida del gran Maestro, cap. 27, pp. 320-321
«Cristo es el “Príncipe de la paz”, y su misión es devolver al cielo y a la tierra la paz destruida por el pecado. “Ya que hemos sido justificados mediante la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo” (Isa. 9: 6; Rom. 5: 1, NVI). Quien consienta en renunciar al pecado y abra el corazón al amor de Cristo participará de esta paz celestial».— Elena G. de White, El discurso maestro de Jesucristo, pp. 27-28
Lección de Escuela Sabática Para Jóvenes Universitarios 2023. 3er. trimestre 2023 EL LIBRO DE LEVÍTICO Lección 4 «LA COMUNIÓN» Colaboradores: Pr. Brayan R Cedillo & Magda Sanchez