“Jesús…dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu”. Juan 19:30
Las palabras que Jesús pronunció al morir fueron “consumado es’. ¿Qué quiso decir con esto? ¿Qué era lo que estaba terminado?
Se había acabado la culpa. En Jesús “ninguna condenación hay”
(Rom. 8: l). El que “no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado” (2 Cor. 5:21). Toda nuestra culpa fue clavada en la cruz, en el cuerpo de Cristo. Se rompió la esclavitud del pecado. Fue acabado. Jesús fue “obediente hasta la muerte” (Fil. 2:8). En la cruz Jesús demostró que el poder de la gracia es mayor que el poder del pecado. Las tentaciones más fuertes de Satanás no pudieron detener su intención de salvarnos. La cruz ofrece libertad de la esclavitud del pecado. La gracia nos libera, y el pecado no es más nuestro dueño. Está acabado.
Al pie de la cruz se termina el temor a la muerte. Allí se ganó la guerra contra el pecado. Cristo transformó la tumba en un túnel. Para Jesús la cruz no fue el fin. Aun en la muerte es victorioso. La mañana de la resurrección revela que él tiene poder sobre la tumba.
Los niños rumanos tienen una hermosa leyenda que revela maravillosamente el significado de la cruz.
Un noble rumano vivía en un palacio. Tenía vastas tierras, campos, ganado, caballos, ovejas y muchos siervos. Un campesino tenía una sola cabaña con unas pocas ovejas y cabras cerca de la propiedad del rico. El hombre rico y avaro les pagó a algunos del pueblo para que por la noche condujeran los animales del hombre pobre hasta sus tierras. Luego declaró que el hombre pobre era irresponsable y que debía entregar todas sus pertenencias.
Se realizó un juicio en la plaza del pueblo. Se acuzo exageradamente al campesino. El hombre perdió todo lo que poseía. Todo el pueblo› se burlaba de él. El noble lo escupió en el rostro. El pobre campesino comenzó a rondar por el campo como un mendigo.
Un día el campesino se encontró con el rey que estaba recorriendo el reino y le explicó al rey su situación. El rey lo escucho, luego le dio dos grandes bolsas de oro que valían mucho más de lo que él había perdido.
Enfrente de todo el pueblo el rey se inclinó y besó al campesino en ambas mejillas. Al besar el rey al pobre mendigo, dijo. Diles a todos que donde te escupió el hombre malvado, allí el rey te beso. Ahora he quitadotu vergüenza”.
En la cruz, el Rey del universo nos dio mucho más de lo habíamos perdido. Colocó el tesoro de su propio amor en nuestras propias manos. Cuando Jesús declaró “consumado es”, quitó nuestra vergüenza. Somos hijos del reino, aceptados en el Amado, besados en ambas mejillas por el Rey del universo.