«Ten cuidado, no sea que la luz que hay en ti resulte ser oscuridad. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, y no participa de la oscuridad, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor». Lucas 11:35, 36, RVC
EN EL MOMENTO en que el ojo se aleja de Jesús, se ve la oscuridad, se palpa la oscuridad, porque únicamente Jesús es luz, vida, paz y seguridad eternas. «Si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz» (Mat. 6:22, 23). ¿Qué significa tener un ojo bueno? Es tener disposición para contemplar a Cristo, porque mediante la contemplación somos transformados de gloria en gloria, de carácter en carácter.
Mientras miremos a Cristo, brillarán sobre nosotros los brillantes rayos del Sol de Justicia, inundarán las cámaras de la mente y el corazón, y llenarán de luz el templo del alma. Cuando la Luz del mundo brilla sobre nosotros, la difundimos a nuestro alrededor «como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor» (Luc. 11: 36). La persona que confía en Dios, encomienda a Cristo todo lo que la perturba, todo lo que la molesta, todo lo que la torna ansiosa. La luz de Cristo brilla en el alma con toda bondad y paz, porque en él mora toda la plenitud de la divinidad corporalmente. […]
Los que contemplen a Cristo nunca pedirán que se cumpla su propia voluntad, o que sus antiguos hábitos y costumbres permanezcan intactos. Mientras contemplan a Jesús, su imagen queda esculpida en el corazón y el alma, y en todas sus prácticas reflejan su ejemplo ante el mundo. Diariamente, las manos, los pies, la lengua, siguen los dictados de la naturaleza espiritual, y la fe torna su senda cada vez más brillante hasta que está iluminada como el mediodía. Cualquier cosa que nos impida alcanzar la semejanza de Cristo está obrando para nuestra perdición eterna. Que nadie entonces pida poder continuar en su propio camino. Que nadie busque justificar sus deficiencias de carácter diciendo: «Yo soy así». Coopere con Jesucristo y se dará cuenta de que ese camino que lleva es un camino lleno de deficiencias y fallas y que, si no lo corrige, terminará edificando rasgos de carácter defectuosos que serán como maderas podridas.
No podemos permitir que ninguno de esos defectos de carácter formen parte de nuestro edificio.
Construyamos sobre la Roca, que es Cristo Jesús. — The Youth’s Instructor, 14 de septiembre de 1893.