«Porque la profecía no ha tenido su origen en la voluntad humana, sino que los profetas hablaron de parte de Dios, impulsados por el Espíritu Santo». 2 Pedro 1:21, NVI
ALGUNOS HAN DESCUIDADO el estudio de la Biblia debido a la creencia equivocada de que es preferible tener al Espíritu morando en elfos que estudiar y tener la dirección de las Escrituras. Los que piensan así están expuestos a las trampas de Satanás y sus engaños fatales. El Espíritu Santo y la Palabra están en perfecta armonía. El Espíritu Santo inspiró las Escrituras y siempre conduce a ellas. […]
Cada cosa en el mundo religioso se debe probar por las Escrituras. «¡A la ley y al testimonio! Si ellos no hablan de acuerdo con esta palabra, es que no les ha amanecido» (Isa. 8: 20, RVA15). La iluminación que se afirma tener del Espíritu se debe probar y verificar mediante la Palabra de Dios, que es el detector del trigo puro. […]
La mina de la verdad debe explorarse con interés y diligencia. Cuán a menudo vemos a Cristo empleando las Escrituras del Antiguo Testamento, exponiendo sus verdades, mostrando su carácter espiritual, revistiéndolas de una riqueza, belleza y frescura que la gente no había contemplado antes. […] Las verdades que nuestro Salvador manifiesta en su exposición son susceptibles de constante expansión y de nuevos y fecundos desarrollos. Al escudriñar las Escrituras, la mente que es guiada por el Espíritu Santo contempla a su Autor y, mediante esa contemplación, brilla constantemente mientras va estudiando la Palabra. De esta forma, el intelecto que aspira a alcanzar la norma de perfección es elevado para comprenderla. […]
La verdad de origen celestial es presentada como «un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo» (Mat. 13: 44), para trabajarlo en toda su extensión. En su esfuerzo perseverante, descubre joyas y materiales preciosos. El que trabaja con sabiduría hunde la barra cada vez más, y descubre un rico y valioso filón.
Descubre que el campo del descubrimiento está surcado por doradas vetas de valiosos tesoros y que en verdad es el depósito de las inescrutables riquezas de Cristo: la luz, la verdad y la vida. — Manuscrito 62, 1893.