El Salvador anhela damos una bendición mayor que la que solicitamos; y dilata la respuesta a nuestra petición a fin de poder mostramos el mal que hay en nuestro corazón y nuestra profunda necesidad de su gracia. Desea que renunciemos al egoísmo que nos induce a buscarle. Confesando nuestra impotencia y acerba necesidad, debemos con liamos completamente a su amor…
Nuestra fe en Cristo no debe estribar en que veamos o sintamos que él nos oye. Debemos confiar en sus promesas. Cuando acudimos a él con fe, toda petición alcanza al corazón de Dios. Cuando hemos pedido su bendición, debemos creer que la recibimos y agradecerle de que la hemos recibido. Luego debemos atender nuestros deberes, seguros de que la bendición se realizará cuando más la necesitemos. Cuando hayamos aprendido a hacer esto, sabremos que nuestras oraciones son contestadas. Dios obrará por nosotros «mucho más abundantemente de lo que pedimos», «conforme a las riquezas de su gloria», y «por la operación de la potencia de su fortaleza». Efesios 3:20, 16; 1: 19 (El Deseado de todas las gentes, p. 200).
Todos los seres creados subsisten por la voluntad y el poder de Dios. Reciben la vida del Hijo de Dios. Por capaces y talentosos que sean, por notables que sean sus dones, reciben nueva provisión de vida de parte de la Fuente de toda vida. Él es el manantial de la vida. Solamente «el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible», y que es «la vida» pudo decir: «Yo pongo mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla y tengo poder para volverla a tomar» (1 Timoteo 6:16; Juan 14:6; 10:17, 18) …
Todos los que son uno con Cristo, por fe en él adquieren experiencia que será vida para vida eterna…: «La vida que yo tengo la tendrán también ustedes» (Juan 14: 19, LPH).
Cristo se identificó con los seres humanos, para que ellos pudieran ser uno en Espíritu y vida con él. En virtud de esta unión a obediencia a la Palabra de Dios, su vida llega a ser la vida de ellos (Mi vida hoy, p.299).
El poder de la piedad casi ha dejado de existir en nuestras iglesias. ¿A qué se debe esto? El Señor aún espera derramar su gracia; no ha cerrado las ventanas de los cielos. Nosotros nos hemos separado de él. Necesitamos fijar el ojo de la fe sobre la cruz y creer que Jesús es nuestra fuerza, nuestra salvación …
Lo que falta es la fe. Dios posee abundancia de gracia y poder que esperan ser reclamados por nosotros; pero la razón porque no sentimos nuestra gran necesidad es que nos mirarnos a nosotros mismos y no a Jesús. No exaltarnos a Jesús y no confiarnos enteramente en sus méritos (Testimonios para la iglesia, t. 5, p. 156).
Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2023.
3er. Trimestre 2023 «EFESIOS»
Lección 3: «EL PODER DEL JESÚS EXALTADO»
Colaboradores: Ana Hironymus & Esther Jiménez