«Por eso, hermanos, procuren fortalecer su llamado y elección. Si hacen esto, jamás caerán». 2 Pedro 1:10 RVC
EL REDENTOR DEL MUNDO dijo: «Escudriñen las Escrituras» (Juan 5: 39, RVA15). En ellas hay abundante provisión para las necesidades humanas, y presentan los motivos más poderosos para influir en la persona para que se arrepienta y obedezca. En ellas, el que busque la verdad podrá leer, contemplar y conmoverse profundamente por lo que un Dios bueno y misericordioso ha hecho y hace continuamente por nosotros. Quedará asombrado de haber tratado con indiferencia el maravilloso amor y el perdón ofrecidos, porque comprenderá que para redimir a la humanidad, Dios dio lo más grande que podía ofrecer. Y si los que son objeto de un amor tan inmenso descuidan la salvación, no hay nada más que el cielo pueda hacer por ellos. […]
Necesitamos estudiar y contemplar estos grandes temas para no caer en la indiferencia y llegar a endurecernos al punto de no ceder a las condiciones del maravilloso plan de salvación, y ser demasiado orgullosos para humillarnos al comprender nuestro propio estado pecaminoso. […]
El Señor exhorta a niños y jóvenes a que busquen la verdad como un tesoro escondido, y que se dejen atraer y fascinar por aquello que une lo humano con lo divino. […] Bien puede preguntar el apóstol: «¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?» (Heb. 2: 3).
Un ángel no tenía la capacidad de hacer expiación por nuestros pecados. La naturaleza angelical unida a la humana no podría ser tan costosa, tan elevada, como la ley de Dios. Solo el Hijo de Dios podría presentar un sacrificio aceptable. Dios mismo se hizo humano y sufrió toda la ira que el pecado provocó. El problema de cómo podría Dios ser justo y, al mismo tiempo, justificar a los pecadores desconcertaba a la inteligencia humana finita. Solo una Persona divina podía mediar entre Dios y la humanidad. La redención humana es un tema que bien puede exigir hasta el máximo el ejercicio de las facultades mentales. […]
No podemos decirles a los jóvenes o a los de edad madura que ellos no tienen nada que hacer en esta gran obra. Debemos pedirles su esfuerzo constante. Debemos ser diligentes para asegurar su vocación y elección.— The Youth’s Instructor, 31 de agosto de 1887.