El alma que ama a Dios se eleva por encima de la neblina de la duda; obtiene un conocimiento experimental brillante, amplio, profundo y viviente, y se vuelve humilde y semejante a Cristo. El que confía su alma a Dios, está oculto con Cristo en Dios. Podrá sufrir la prueba de la indiferencia, los ultrajes y el desprecio, porque su Salvador sufrió todo eso. No llegará a estar malhumorado y desanimado cuando lo opriman las dificultades, porque Jesús no fracasó ni llegó a desanimarse. Cada verdadero cristiano será fuerte no con la fortaleza ni los méritos de sus buenas obras, sino en la justicia de Cristo que le es imputada por medio de la fe. Es algo grande ser humilde y manso de corazón, ser puro e incontaminado como lo fue el Príncipe del cielo cuando anduvo entre los hombres. — Comentario Bíblico Adventista 7:919 (1889).
No nos preocupemos por la indiferencia de los demás
Es el amor a nosotros mismos lo que destruye nuestra paz. Mientras viva el yo, estaremos siempre dispuestos a protegerlo contra los insultos y la mortificación; pero cuando hayamos muerto al yo y nuestra vida esté escondida con Cristo en Dios, no tomaremos a pecho los desdenes y desaires. Seremos sordos a los vituperios y ciegos al escarnio y al ultraje. —El Discurso Maestro de Jesucristo, 19 (1896).
El desaliento es resultado de la inactividad
El desaliento es con frecuencia el resultado de la inactividad. Las manos y la mente deben estar ocupadas en actividades útiles, que contribuyan a alivianar la carga de los demás; quienes se dediquen a esto se beneficiarán también a sí mismos. La ociosidad da tiempo para espaciarse en dolores imaginarios, y con frecuencia los que no enfrentan verdaderas dificultades las piden prestadas a cuenta del futuro. —The Signs of the Times, 23 de octubre de 1884; Counsels on Health, 629.
MENTE CARÁCTER Y PERSONALIDAD TOMO #2 SECCIÓN #13: LA PERSONALIDAD Capítulo 69 : EL RECHAZO Por: Elena G De White Colaboradores: Liseth Orduz & América Lar