Las relaciones mutuas deben ser regidas por el amor divino
Estoy constantemente presentando la necesidad que tiene cada hombre de hacer lo mejor que pueda como cristiano, de prepararse para alcanzar el grado de crecimiento, expansión de la mente y nobleza del carácter que cada uno pueda tener. En todo lo que hagamos, debemos sostener una relación cristiana unos con otros. Debemos emplear toda la fuerza espiritual para la ejecución de planes sabios en una acción fervorosa. Los dones de Dios han de ser usados para la salvación de las almas. Nuestras relaciones mutuas no han de ser gobernadas por normas humanas; sino por el amor divino, el amor expresado en el don de Dios a nuestro mundo. —Consejos para los Maestros Padres y Alumnos acerca de la Educación Cristiana, 243 (1913).
Las relaciones sociales ayudan a ganar almas
Especialmente aquellos que han gustado el amor de Cristo deben desarrollar sus facultades sociales; pues de esta manera pueden ganar almas para el Salvador. Cristo no debe ser ocultado en sus corazones, encerrado como tesoro codiciado, sagrado y dulce, que solo ha se ser gozado por ellos; ni tampoco ellos deben manifestar el amor de Cristo solo hacia aquellos que les son más simpáticos. Hemos de enseñar a los alumnos la manera de demostrar, como Cristo, un amable interés y una disposición sociable con los que se hallan en la mayor necesidad, aun cuando los tales no sean sus compañeros preferidos. En todo momento y en todas partes, manifestó Jesús amante interés en la familia humana y esparció en derredor suyo la luz de una piedad alegre. Hay que enseñar a los estudiantes a seguir sus pisadas. Se les ha de enseñar a manifestar interés cristiano, solidaridad y amor hacia sus compañeros jóvenes y a empeñarse en atraerlos a Jesús; Cristo tiene que ser en sus corazones como un manantial de agua que brote para vida eterna, que refresque a todos aquellos con quienes tratan. —Joyas de los Testimonios 2:438, 439 (1900).
Todos debemos llegar a ser testigos de Jesús. El poder social, santificado por la gracia de Cristo, debe ser aprovechado para ganar almas para el Salvador. Vea el mundo que no estamos egoístamente absortos en nuestros propios intereses, sino que deseamos que otros participen de nuestras bendiciones y privilegios. Dejémoslo ver que nuestra religión no nos hace faltos de sociabilidad ni exigentes. Sirvan como Cristo sirvió, para beneficio de los hombres, todos aquellos que profesan haberle hallado. —El Deseado de Todas las Gentes, 127 (1898).
MENTE CARÁCTER Y PERSONALIDAD TOMO #2 SECCIÓN #13: LA PERSONALIDAD Capítulo 68: LAS RELACIONES SOCIALES Por: Elena G De White Colaboradores: Liseth Orduz & América Lara