«Porque de la abundancia del corazón habla la boca.» Mateo 12:34
Me viene a la mente un alumno que tuve hace años. Había sufrido un accidente de coche y su asistencia a clase había sido muy irregular. Esa fue la razón que lo llevó a un examen final. Cuando corregí el examen noté que era un desastre. La mayoría de las preguntas no estaban contestadas y las que había respondido apenas se acercaban a lo correcto. Le llamé a mi despacho y tuvimos una entrevista. Quiso justificar el resultado aludiendo a su accidente y a ciertos problemas de memoria. Pensé: «vamos a ver si es cierto.» Sabía que le fascinaba la informática y le pregunté sobre los últimos modelos de ciertos aparatos. La mirada se le iluminó y comenzó a darme detalles de cada pieza, chip o accesorio. Durante más de 15 minutos recibí ingente información sobre el tema. Después de ese tiempo no tuve ninguna duda: no había estudiado el examen.
Jesús dice en Mateo 12:34 que «de la abundancia del corazón habla la boca» y yo afirmaría que «de lo mucho que interiorizamos, así recordamos.» En otras palabras, Jesús nos está animando a llenarnos de él para que nos sea natural hablar de su persona, tener en nuestra memoria. Para que nuestro corazón fije bien los datos de lo que implica ser cristiano.
Hay una cita que me parece un buen método para estar lleno de Cristo: «la gente se alegra todos los días el cabello. ¿Por qué no el corazón?» imagina que una mañana te levantas, te colocas frente al espejo y dices: «estoy despeinado.» Desayunas, te vistes y vuelves al espejo y reiteras: «estoy despeinado.» Te marchas al trabajo o a la universidad y, mientras caminas, observas cómo te miran y constatas: «estoy despeinado.» Entras al aula o a la fábrica y se fijan en ti mucho más de lo habitual. Piensas: «estoy despeinado.» ¿Qué es lo que no funciona? No creo que sea tu peine. Eres tú. Reconócelo. Hay que alegrarse el pelo. También el corazón.
Quizá debas ir a una buena peluquería. Nadie como Jesús cortando las dificultades, haciendo brushing a los problemas, o revisando las bendiciones hasta que te cuelguen largos tirabuzones de gratitud. Ni lo dudes, Jesús es de lo más in. Te pone aceite capilar en el cabello y bálsamo en el interior de tu ser.
No sé lo que me pasa pero desde que lo he probado como «peluquero» no dejo de hablar de él. Quien sabe, quizás sean cosas del corazón.