Tal es la gracia de Dios, y tal el amor con el cual nos ha amado, aún cuando estábamos muertos en transgresiones y pecados, enemigos en nuestras mentes a causa de las obras impías, esclavos de diversas pasiones y placeres y apetitos pervertidos, siervos del pecado y de Satanás. Cuán profundo es el amor manifestado por Cristo al transformarse en la propiciación de nuestros pecados. Mediante la ministración del Espíritu Santo las almas son guiadas a encontrar el perdón de los pecados.
La pureza, la santidad de la vida de Jesús tal como se la presenta en la Palabra de Dios, poseen un mayor poder para reformar y transformar el carácter que todos los esfuerzos realizados para ilustrar los pecados y crímenes de los hombres con sus seguros resultados. Una mirada resuelta al Salvador levantado sobre la cruz, hará más para purificar la mente y el corazón de toda impureza, de lo que podrán lograr todas las explicaciones científicas expuestas por la lengua más hábil (Exaltad a Jesús,p. 291).
Dios revela en su Palabra lo que puede hacer por los seres humanos. Amolda y adapta de acuerdo con la semejanza divina los caracteres de aquellos que quieran llevar el yugo de Cristo. Por medio de su gracia son hechos participantes de la naturaleza divina, y así se los capacita para vencer la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia. Dios es quien nos da poder para vencer. Los que oyen su voz y obedecen sus mandamientos, reciben el poder para formar caracteres rectos. Los que desobedecen sus órdenes explícitas, formarán caracteres similares a las propensiones que fomentan.
Lo que hace accesible para nosotros la comunión con Dios es el conocimiento de la perfección del carácter divino manifestado a nosotros en Jesucristo. Apropiándonos de las grandes y preciosas promesas llegamos a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo por la concupiscencia (Comentarios de Elena G. de White en Comentario bíblico adventista,t. 7, pp. 954, 955).
Nuestra aceptación por parte de Dios es segura solamente por medio de su amado Hijo, y las buenas obras son únicamente el resultado de la obra de su amor perdonador. Las obras no son ningún crédito para nosotros, y no se nos concede nada debido a nuestras buenas obras por lo cual podamos reclamar una parte en la salvación de nuestras almas. La salvación es un don gratuito de Dios al creyente, que le es concedido solamente por Cristo. El alma atribulada puede encontrar paz por medio de su fe en Cristo, y su paz estará en proporción a su fe y confianza. No puede presentar sus buenas obras como un mérito para la salvación de su alma.
¿Pero no son las buenas obras de ningún valor? El pecador que todos los días comete pecado impunemente, ¿es considerado por Dios con el mismo favor como aquel que por medio de la fe en Cristo lucha por lograr su integridad? Las Escrituras contestan: «Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas». Efesios 2:10 (Mensajesselectos, t. 3, p. 227).
Notas de Elena G. White para la Escuela Sabática 2023.
3er. Trimestre 2023 «EFESIOS»
Lección 4: «CÓMO NOS RESCATA DIOS»
Colaboradores: Ana Hironymus & Esther Jiménez