«En cuanto a Saúl, otra vez lo atacó el espíritu maligno de parte del Señor, y estando sentado en su habitación, con su lanza en la mano, mientras David tocaba, intentó clavar con ella a David en la pared» (1 Samuel 19:9-10).
La envidia se convirtió en el principal problema que Saúl tuvo que enfrentar. Si hubiera dependido de Dios, se habría liberado de ese sentimiento negativo y sus funestas consecuencias. La raíz de ese sentir se dio cuando las mujeres empezaron a darle más crédito a David que a él mismo: «Mientras cantaban y bailaban, las mujeres repetían: “Mil hombres mató Saúl, y diez mil mató David”. Esto le molestó mucho a Saúl» (1 Samuel 18:7-8).
La envidia solo afecta a quien la alberga. Es como una enfermedad interior que se va apoderando más y más de nuestras emociones, pensamientos palabras y acciones Es una situación que literalmente llega a enfermar a la persona. Por eso, el sabio Salomón declaró: «La mente tranquila es vida para el cuerpo, pero la envidia corroe hasta los huesos» (Proverbios 14:30). En esencia, la envidia es la reacción natural de los corazones orgullosos y egoístas que esperan todo el reconocimiento y el aplauso. De tal manera que la envidia es el sentir que se experimenta cuando alguien más alcanza o recibe lo que nosotros pensamos nos pertenece. Incluso, la envidia puede llevar a la persona hasta asesinar.
Esta triste historia experimentó Saúl. El rey llegó a afirmar que ya no iba a perseguir a David, pero tan solo al siguiente día rompía su juramento y buscaba atentar contra su vida. Saúl era como un hombre que «hoy piensa una cosa y mañana otra, y no es constante en su conducta» (Santiago 1:8). La envidia en su corazón llegó a actos espantosos: en su afán por acabar con David, más de una vez le arrojó la lanza, la cual dio contra la pared mientras David ejecutaba el arpa. Saúl fue capaz de arrojar la lanza contra su propio hijo Jonatán con la intención de matarlo (1 Samuel 20: 30-33). Llegó al extremo de ordenar la muerte de ochenta y cinco sacerdotes que vivían en Nob, pues los acusó de haber ayudado y protegido a David (1 Samuel 22:6-23).
La lección es clara, Dios quiere que seamos agradecidos con lo que nos otorga. Que experimentemos satisfacción y contentamiento. Nunca anheles ni luches por una bendición o don que no te corresponde. No permitas que algún sentimiento equivocado arruine tu vida ni la de los que te rodean.
Tomado De: Lecturas Devocionales Para Menores 2023. “SIGUIENDO LAS HUELLAS DE LOS GRANDES PERSONAJES DE LA BIBLIA” Por: «CÉSAR SÁNCHEZ MURILLO» Colaboradores: Karla González & Sebastian Rondon.