Tu mente obtendrá sabiduría y probarás la dulzura del saber (Proverbios 2:10, DHH).
En el libro de Deuteronomio, Moisés escribió lo siguiente: “Amarás a Jehová, tu Dios, de todo tu corazón, de toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:5). En las Sagradas Escrituras se reitera la necesidad de que amemos a nuestro Creador. De hecho, en Deuteronomio, por lo menos en diez ocasiones más, se hace referencia a que hemos de amar a Dios (ver 7:9; 10:12; 11:1, 13, 22; 13:3; 19:9; 30:6, 16, 20).
Mil quinientos años después, Cristo cita el mismo pasaje pero con un ligero cambio: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mateo 22:37). El trío corazón, alma y mente alude a la persona completa. Es como si Jesús nos dijera que a Dios hay que amarlo con cada célula de nuestro cuerpo.
Cabe preguntarnos: ¿Notamos en qué radica la diferencia entre el texto de Jesús y el de Deuteronomio? El Señor agregó que hay que amar a Dios con toda nuestra mente. Por razones que no logro comprender muchos solemos desvincular la mente, el intelecto, la facultad de pensar, de nuestra relación con Dios. Hasta me resulta vergonzoso que el filósofo Bertrand Russell con tono de burla decía: “Muchos cristianos prefieren morir a pensar”.
Al dejar la mente fuera de nuestra espiritualidad, Satanás se ha concentrado en mantenernos sumergidos en una terrible ignorancia. Y lo peor es que algunos hemos visto la ignorancia como una virtud espiritual. Una de las declaraciones de Elena G. de White que más han influido en mi vida es esta: “La mente humana es capaz del cultivo más elevado. Una vida dedicada a Dios no debiera ser una vida de ignorancia” (Mente, carácter y personalidad, t. 1, p. 347). Y en otro lugar ella agregó: “La pobreza, la cuna humilde y las circunstancias desfavorables que nos rodean no necesitan impedir el cultivo de la mente” Obreros evangélicos, p. 297). Una mente que ama a Dios rehúye la ignorancia y se esfuerza por alcanzar el máximo potencial de su desarrollo, para honra y gloria del Señor.
Si queremos amar a Dios con toda nuestra mente, entonces necesitamos renovarla, educarla, cultivarla, ponerla en funcionamiento. Necesitamos «la renovación espiritual de la mente» (Efesios 4:23, BLPH), y entonces nuestra mente obtendrá sabiduría y probaremos la dulzura del saber” (Proverbios 2:10, DH H).
“La pobreza, la cuna humilde y las circunstancias desfavorables que nos rodean no necesitan impedir el cultivo de la mente” Obreros evangélicos, p. 297). Una mente que ama a Dios rehúye la ignorancia y se esfuerza por alcanzar el máximo potencial de su desarrollo, para honra y gloria del Señor.
Tomado de: Lecturas Devocionales para Adultos 2023 «YO ESTOY CONTIGO» Promesas Bíblicas para vivir confiado Por: VLADIMIR POLANCO Colaboradores: Silvia García & Alexandra Pérez