“Y dejando luego sus redes, le siguieron”. Marcos 1:58
Hay días como ningún otro: días de prueba, de decisión; días de encrucijada, cuando seguimos un camino que nos cambia para siempre. Pedro tuvo uno de esos días.
Él y sus compañeros acababan de pasar una noche de pesca sin suerte. Cansados desanimados, acercaron el bote a la orilla del Mar de Galilea, y lavaron las redes en silencio. (¿Qué se puede decir, tras toda una noche depesca… sin pesca? No hay de qué alardear…)
En eso, Jesús llegó y le pidió permiso a Pedro para utilizar su bote como plataforma para predicar. Le pidió incluso, que lo alejara un poco de la costa. Y una vez en él, Jesús se sentó y enseñó la Palabra a la gente. Cuando concluyo, Jesús instó a Pedro a bogar mar adentro y echar las redes de nuevo. Aunque al principio la idea no lo convencía del todo, Pedro finalmente decidió probar. “Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; más en tu palabra echaré la red” (Luc. 5:5).
Para su sorpresa, de inmediato las redes comenzaron a tironear agitadamente, con una carga de peces increíble. Pedro quedó pasmado de asombro. Se dio cuenta de que esto era más que “buena suerte”. Percibió que estaba en presencia del Divino al que la naturaleza toda obedece. Anonadado y consciente de su indignidad, sólo atinó a caer a los pies de Cristo, diciendo: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Luc. 5:8). Pero Jesús nunca se apartaría. Mientras Pedro reconocía su propia culpabilidad y debilidad, Jesús vio en el su increíble potencial, vio en el a alguien a quién podría moldear hasta convertirlo en un predicador de su gracia.
¡No temas! —replicó Jesús— Desde ahora serás pescador de hombres” (Luc. 5:10). Y Pedro dejó todo para seguirlo.
Aunque a los tropezones y revelando vez tras vez su debilidad, Pedro llegó a ser el líder de una revolución religiosa. En el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo obró a través de su sermón, más de tres mil personas se bautizaron. Juntamente con Pablo, fue uno de los apóstoles que ejerció mayor influencia en la iglesia cristiana primitiva.
Aquella noche junto al mar cambió para siempre la vida de Pedro.
Puede que hoy sea, para usted o para mí, un día como aquél. Un día de decisiones. . . Jesús ve en nosotros un potencial increíble;ve mucho más allá de nuestras faltas y debilidades. Ve lo que podemos lograr, por medio d‹ su Espíritu. “No tiene límite la utilidad de aquel que, poniendo el yo a un 1ado, deja obrar al Espíritu Santo en su corazón y vive una vida completamente consagrada a Dios”. (El Deseado de todas las gentes p. 251).
SI usted ya ha dedicado su vida a Cristo, sepa que Dios hoy quiere llevarle a aguas más profundas, quiere darle…algo más: y si todavía no le ha entregado su vida plenamente, sepa que él quiere invitarle a una aventura de fe que le sorprenderá.