No tengas miedo de los terrores de la noche ni de la flecha que se lanza en el día. Salmo 91:5, NTV
Se desconoce el autor de este salmo, pero el tema es la protección de Dios en medio del peligro. Dios no nos promete un mundo libre de riesgos, sino su protección en cualquier inseguridad que enfrentemos. Dios no es una póliza de seguros contra pruebas, peligro y muerte, pero quien confía en Dios nunca será decepcionado. A pesar de lo que nos rodee en el mundo, nada puede penetrar el escudo protector que Dios coloca alrededor de nosotros. Cuando confiamos en el gran amor de Dios y en su triunfo final sobre el mal, podemos experimentar una serenidad inquebrantable que trasciende cualquier circunstancia,»
«El Salmo 91 contiene un mensaje de consuelo para todos los que pasan por momentos de angustia, especialmente para ‘el pueblo de Dios que observa los mandamientos divinos’, y para los que experimentarán el «tiempo de angustia» y los peligros de los últimos días. El tema del salmo gira en torno a la seguridad de quien deposita su confianza en Dios» (3CBA, p. 853).
Vivíamos en una casa grande y antigua. Una madrugada, alguien tocó la puerta de mi habitación. El latido de mi corazón competía con el sonido de la puerta, mi cuerpo temblaba. Tomé a mi hijita en mis brazos, la apreté contra mi pecho, y con voz trémula pregunté: «¿Quién es?». Repetí lo que podía recordar del Salmo 91, pero el toque en la puerta insistía. Tomé un viejo y oxidado machete en una mano y con la otra abrí la puerta para enfrentar al atacante. Un murciélago casi me abofeteó y regresó en un vuelo veloz para escaparse por una de las ventanas. ¡Alabé a Dios porque el extraño visitante no era una persona! «El pueblo de Dios que guarda sus mandamientos está bajo la protección del amplio escudo del Omnipotente» (8TI, p. 131).
«Si los hombres tuviesen la visión del cielo, verían compañías de ángeles poderosos en fuerza estacionados en torno de los que han guardado la palabra de la paciencia de Cristo. Con ternura y simpatía, los ángeles han presenciado la angustia de ellos y han escuchado sus oraciones.
Aguardan la orden de su jefe para arrancarlos del peligro. Pero tienen que esperar un poco más … La misma dilación que es tan penosa para ellos, es la mejor respuesta a sus oraciones» (CS, p. 614).